El caso Morel

Publiqué esta entrada en mi antiguo blog el 6 de febrero de 2008, hace poco más de diez años. Es el comienzo de mi larga historia como lector de Rubem Fonseca.

morelEn 1981 o 1982 –no recuerdo bien, porque en ambos años fui de vacaciones a Chiloé- estaba ya iniciando el regreso y se me acabó la lectura que había llevado. En Ancud, sin muchas esperanzas, entré a una suerte de paquetería-librería que tenía algunos libros en la vitrina. Nada conocido, lo que parecía confirmar mi temor de quedarme sin nada que leer en el viaje de vuelta. Pero me tentó un libro, a pesar de su tapa de horroroso color rosado, que se llamaba El caso Morel. El autor, Rubem Fonseca, brasileño, era totalmente desconocido para mí. El texto de la contraportada decía poco: que la novela era policial, que la primera edición había sido requisada por la policía de su país, que era la primera de un escritor-abogado y ex policía que había publicado previamente un par de volúmenes de cuentos. Me lo llevé.

Y me gustó muchísimo. Tanto, que presté el libro sucesivas veces hasta que desapareció en manos desaprensivas. Leí muchos otros de Fonseca, que sigue publicando aún, pero echaba de menos esa novelita por la inolvidable sensación de arriesgarse con un perfecto desconocido que resulta ser un descubrimiento notable. La encontré hace poco en una de las librerías de viejo de Providencia frente a Miguel Claro al muy módico precio de mil pesos, y la releí feliz. Ahora me sorprendió lo que tiene de adelantada para su época. Es, creo, el texto más experimental de Fonseca; su escritura es frontal, directa, acorde con los procedimientos bastante universales de la novela negra. El caso Morel, sin embargo, se desarrolla en dos planos muy nítidos, con una novela dentro de la novela que es también la clave que el abogado Vilela utiliza para resolver el enigma de un crimen que parece no tener motivación y cuyas huellas son totalmente circunstanciales. En ese sentido, la novela no sólo es magistral, sino también pionera en la corriente por la que han circulado desde Vila-Matas hasta Bolaño, por nombrar algunos escritores que han hecho de la ficción dentro de la ficción una de sus principales herramientas de trabajo. No ha sido reeditada. Hoy pasé de nuevo por las librerías de viejo y había otro ejemplar a la venta.

PD: luego de buscar infructuosamente el libro para escanear la tapa, renuncié y subo la nota sin ella. Debe estar por ahí. No voy a comprar de nuevo la novela, no ahora, por lo menos; capaz que tenga que esperar otros 25 años para guardarla donde corresponde.

Coda de 2018

morel 2Esa edición ya no está en mi biblioteca. Supongo que la exilié porque tengo la estupenda edición de Tajamar, con traducción de John O’Kuinghttons al castellano de Chile. En este blog he puesto muchas de mis reseñas de libros de Fonseca; no sé si todas, porque debe haber más de alguna perdida por ahí. Me dio mucho gusto, a propósito de Tajamar, haber podido reseñar  su novela más ambiciosa, El gran arte, que leí primero en la edición ochentera de Seix Barral y luego en la de la editorial chilena, a fines de 2008.

Y todo esto me vino a la memoria porque acabo de leer y reseñar su penúltima obra, Historias cortas, en El Sábado. La editó Tusquets, eso sí.

El sueño eterno

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 10 de julio de 2004

sueño eternoEs un real placer leer a Raymond Chandler, uno de los fundadores de la novela negra, en buenas ediciones y mejores traducciones pensadas para el amplio público iberoamericano y no sólo para los españoles. Quizá la traducción de modismos por palabras del léxico tradicional le quite algún matiz al relato, pero, en definitiva, lo deja apropiado para la lectura de cualquier hispanohablante, sin toparse a cada minuto con «napia», «bofia» y otros tantos localismos equivalentes a tropezones en la calle, que incitan a usar el libro para encender la chimenea.

El sueño eterno, editado por la editorial argentina Emecé, es la primera novela de Chandler, un clásico por donde se lo mire, publicada originalmente en 1939. También hizo su debut mundial Philip Marlowe, el prototipo del detective privado duro e incorruptible, solo y amargo, que arriesga su vida y se enfrenta al mundo por 25 dólares diarios, más gastos. Marlowe está muy lejos del prototipo del héroe consagrado por otra ancha tradición estadounidense, solitario también, pero unilateral en su perfil de defensor del bien y la justicia. Marlowe es un perdedor que vive al margen de la ley, que aplica métodos poco ortodoxos, que se enfrenta permanentemente a la policía y los jueces. No aspira a nada. No quiere nada. Tal vez, a estas alturas, el retrato suene repetido. El punto está es que Marlowe es el original, no la copia, y los libros de Chandler están considerados desde hace mucho tiempo como parte de la mejor narrativa estadounidense, lejos de la etiqueta de la novela negra y a una enorme distancia de las múltiples reencarnaciones, siempre menos afortunadas, de un personaje entrañable.

Chandler, Dashiell Hammet y otros que los siguieron pusieron también los cimientos de una narrativa que rompió decisivamente con el modelo de la novela policial vigente hasta su aparición, planteada más como un puzzle, un desafío lógico, un juego de pistas que desafía al lector a llegar a la meta antes que el protagonista. En estas novelas no importa tanto el puzzle, sino el registro implacable del crimen, la corrupción y la bajeza que muestran la cara más fea y podrida de la sociedad. De ahí la amargura de Marlowe, quien sabe que, por más que logre llegar hasta el fin de una determinada trama, a la vuelta de la esquina encontrará un caso todavía peor.

El argumento de esta novela es complejo, retorcido y cruel: un asesinato lleva a otro, y, cuando todo parecía resuelto, asoman nuevos elementos y más muertes jalonan el camino que Marlowe, con insigne porfía, se empeña en seguir. Howard Hawks dirigió la primera versión cinematográfica en 1946, con la pareja Bogart-Bacall en los papeles protagónicos; hay un remake de 1978 menos destacable, dirigido por Michael Winner, con Robert Mitchum y Sarah Miles.

PD: la foto de portada no corresponde a la edición que leí, pero espero que la traducción sea la misma. Tampoco tengo los datos editoriales.

Sé dónde estás

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 26 de septiembre de 2015

Sé dónde estás_4F.inddEsta es una novela modélica sobre el acoso sexual motivado por la psicopatía. No se trata de abusos de poder o de fuerza ni de aquella burda y machista apelación al género -«es que así somos los hombres»- para justificar conductas inadmisibles. El asunto corre por el carril de la locura, del desquiciamiento, de la total falta de distancia entre lo que se quiere y lo que de verdad ocurre, del divorcio total entre el discurso propio y la respuesta ajena. Sé dónde estás es la primera novela de Claire Kendal, californiana radicada en Inglaterra, profesora de literatura inglesa y de escritura creativa. Con esas herramientas creó un mundo sórdido en el que el acosador, académico de literatura, como ella, le va cerrando espacios a una empleada administrativa hasta el sofocamiento absoluto. Para evitar la persecución en el campus, Clarissa se inscribe como jurado y participa en un proceso que se extenderá por siete semanas. Pero es un empeño inútil.

El libro entreteje dos relatos: uno, en primera persona, destacado en negritas, el diario que lleva Clarissa sobre las acciones de Rafe: sus apariciones en la puerta de su casa o en la estación de tren, su robo de la basura, sus regalos -que van desde chocolates hasta un ramo de funerarias rosas negras y, luego, fotografías, revistas sadomasoquistas-, que dan cuenta además de la clausura cada vez mayor que sufre Clarissa y de un modo de vida permanentemente a la defensiva. El segundo relato es en tercera persona y no se despega de la protagonista. De ella tenemos mucha información; de Rafe -y de Robert, el atractivo hombre que conoce en las filas del jurado- muy poco, apenas lo que ellos le cuentan a Clarissa. Con esa restricción del punto de vista, es más fácil construir el suspenso y dosificar las sorpresas. Cuando ella decide investigar por sí misma a Rafe, se topa con callejones sin salida; y cuando confía en que el sistema podrá acudir en su auxilio, hay más sorpresas. Una arista interesante es la del juicio, donde una chica joven, drogadicta y ocasionalmente prostituta, acusa a cinco hombres, traficantes, de violación. El juicio es una preparación para Clarissa en su propio caso, el caso que quiere construir, pero también ve cómo el sistema le carga la mano, la desconfianza y el recelo a la acusadora, porque es mujer. Y por fuerza hay muchas referencias literarias, especialmente a los cuentos de los hermanos Grimm, que burlaron la censura y describieron atrocidades bajo la máscara del cuento de hadas.

Claire Kendal. Anagrama. Barcelona, 2015. 368 páginas.

Perro come perro

Rseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 18 de abril de 2015

Perro come perroEdward Bunker escribió poco -cinco novelas, un libro de memorias y un par de guiones de cine- e hizo una suerte de cameo en una película famosa, Reservoir Dogs, de Quentin Tarantino. Es Mister Blue, uno de los ladrones que mueren al inicio del filme y a quien el guion le asigna solo unas pocas palabras (en Perro come perro hay un guiño cómplice, una mención a la siguiente película de Tarantino, Pulp fiction). Y, de paso, es el único criminal de verdad: pasó buenos años de su vida en prisiones californianas y tuvo el (dudoso) honor de ser incluido en la lista de los 10 criminales más buscados por el FBI. La escritura, claramente, lo llevó por otro derrotero (escribió sus dos primeras novelas en prisión), que sacó a relucir un talento excepcional para construir historias a partir de su experiencia y de su capacidad de observación. Que es muy alta. No en vano escritores como William Styron y James Ellroy han celebrado sus obras. El primero escribió que esta novela tiene una «espantosa autenticidad», para remarcar un motivo permanente en la obra de Bunker: los hijos abandonados por los padres y que, entregados a un sistema que va del reformatorio a la cárcel de alta seguridad, se convierten en perros de presa. La editorial Sajalin -que ocasionalmente llega a las librerías chilenas, pero es accesible vía Amazon.es- ha publicado todos sus libros.

Perro come perro es un libro que rebasa el género policial. No hay un enigma que resolver. Tampoco aparece un policía o detective como protagonista. La historia se centra en criminales. Caricaturizando al extremo, uno es el inteligente; otro, el forzudo; y el tercero, el psicópata. Pero todos ellos están fuera de los márgenes, incapaces de adaptarse, dispuestos a morir violentamente antes que volver al encierro de la cárcel. Es posible que lo más novedoso de esta novela sea el papel que desempeña el azar. Así como no hay caso policial ni detective investigador, tampoco hay un gran plan en marcha. O hay varios que ocurren sucesivamente y con resultados diversos si se los juzga desde el cumplimiento de los objetivos. Pero la trama se resuelve desde otro lugar, desde lo inesperado, desde aquello que está ahí siempre, en la realidad y en la ficción, que desencadena los accidentes, los errores, las reacciones desmedidas. Aquí la violencia no es una espiral, sino una constante, y la fina cornisa por donde circula el trío protagónico no deja mucho más espacio que para mirar el abismo e intentar mantener fijo el pulso.

Edward Bunker. Sajalin Editores, Barcelona, 2014. 342 páginas.

El leopardo

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 28 de febrero de 2015

El leopardoEs llamativo que en países nórdicos como Suecia y Noruega la novela negra tenga una presencia tan destacada. Se trata de antiguos Estados de bienestar que están entre los más prósperos del mundo, tienen un número relativamente bajo de habitantes (entre ambos no alcanzan la población de Chile) y en el Índice de Desarrollo Humano -que conjuga variables de bienestar social con indicadores económicos-, Noruega ocupa el primer lugar y Suecia, el duodécimo. Claro que hace poco un ciudadano noruego, Anders Breivik, asesinó en un solo día a más de cien compatriotas suyos, pero fue, claramente, un hecho excepcional no solo para Noruega, sino para el mundo. Bueno: de ese país de altísimo bienestar, con cinco millones de habitantes, de ciudades pequeñas y amables, viene Jo Nesbø, el último triunfador en el género policial, con una historia de psicopatía que viene de al menos una generación atrás y que se desarrolla en medio de disputas ácidas, bajas y despiadadas entre los servicios policiales.

El leopardo es una novela extensa, cuya trama da vueltas y revueltas, con intervenciones de la voz en off del asesino hasta alrededor de la mitad; el resto, cuando ya más o menos se conoce su identidad, es un juego de persecuciones aderezado con traiciones, amores, armas de grueso calibre, instrumentos africanos de tortura (aunque más bien se trata de instrumentos creados por europeos para torturar a africanos), viajes a Ruanda y El Congo, encuentros con mercenarios, volcanes en erupción, sobornos. En fin, de casi todo lo que es posible encontrar en el género está en estas páginas, protagonizadas por un detective de personalidad inestable y muy dañado por un caso anterior; quien vuelve a la pista de la caza por necesidad, pero que aún no está preparado para asumir eso que suele llamarse una vida normal.

La novela es, sin duda, interesante, aunque provoque más de una duda que las calles de Oslo sean tan traicioneras. Tiene raptos discursivos sobre la condición humana, por así decirlo, que perturban el desarrollo narrativo. Y el montaje de los tramos finales parece destinado a una eventual versión cinematográfica, lo que, en verdad, no es ningún problema: el suspenso está bien logrado y Harry Hole, el detective protagónico, resuelve lo que parecía imposible, en páginas de acción electrizante que cierran bien el amplio desarrollo narrativo.

Jo Nesbø. Literatura Random House, Buenos Aires, 2014. 691 páginas.

Lucía McCartney

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 21 de junio de 2014

Fonseca- Lucía McCartney- boceto 2-solo tapaEs digno de aplauso que la editorial Tajamar prosiga en su empeño de publicar en Chile obra tras obra del brasileño Rubem Fonseca. El abogado nació en 1925 y comenzó a publicar ficción a los 38 años, pero el reconocimiento oficial del mundo literario solo vino en 2003, cuando recibió el Premio Juan Rulfo en Guadalajara, y el Camoes, el más prestigioso en portugués, otorgado por Portugal y Brasil. Es que la narrativa de Fonseca -áspera, directa, mordiente- desató inicialmente el escándalo por su crudeza y la persecución por sus denuncias de los abusos y la corrupción en su país en los años 60 y 70, y ello oscureció, de alguna manera, una recepción más abierta y amplia a textos que oscilan entre la aparente simplicidad del relato policial, la ironía metaliteraria y la densidad estilística y argumental de sus grandes novelas.Lucía McCartney es el tercer libro de Fonseca, publicado en 1967, y no había aparecido antes en castellano. La traducción de John O’Kuinghttons sigue la interesante tónica de otras ediciones del autor brasileño en Tajamar: es al castellano de Chile, con los modismos propios de este país, apuesta que tiene sus riesgos, pero que, finalmente, se revela como un inesperado placer. El libro de cuentos destaca dentro de la obra de Fonseca por varios motivos. Uno importante es que ya muestra una variedad de estilos y temáticas, aunque, por la época en que fueron escritos, están muy en línea con su experiencia como abogado penalista y funcionario de la policía. «El cuarto sello (fragmento)» es quizá el más representativo de esta vertiente: Fonseca imagina una sociedad aún más sujeta a controles y una realidad social más explosiva de lo que ha sido jamás Brasil, y envuelve la despiadada violencia en el lenguaje seco y el amor por las siglas que suele desplegar un buen funcionario. También acá se registra la primera aparición de Mandrake, el abogado que es una especie de alter ego del autor y protagonista de algunos de sus mejores relatos. Mandrake, alias de Paulo Mendes, aparece en el «El caso de F. A.», donde se entremezclan el poder político, la violencia, la explotación de las mujeres y la particular manera en que Mandrake -sin escrúpulos a la hora de golpear o mentir- resuelve los conflictos en que se ve envuelto. En tanto, el cuento «*** (asteriscos)» revela otra faceta, la del escritor que mira con sorna su oficio y desnuda a la vez los mecanismos de la crítica veleidosa y la censura inconmovible.

Rubem Fonseca. Tajamar, Santiago, 2014.182 páginas. 

Novela negra y otras historias

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 26 de mayo de 2012
tapa Novela negraEste libro, de 1992, nunca había sido traducido al castellano. Siempre es una buena noticia que se amplíe el corpus de Fonseca disponible y más cuando se trata de un libro atípico, que coincide en su deriva con una línea narrativa que atraviesa las últimas décadas en autores tan relevantes como Enrique Vila-Matas y Roberto Bolaño: el protagonismo de los escritores y de la literatura en la ficción. Ello es especialmente notorio en la nouvelle que da título a la colección. «Novela negra» es una historia tanto de crímenes como, sobre todo, de escritores y de identidades. Fonseca aprovecha un coloquio sobre el género policial para ofrecer además una suerte de poética, en páginas tan interesantes como mordaces sobre el oficio de escribir y de adentrarse en la caja negra de la mentalidad criminal. En el coloquio participan, entre otros, James Ellroy, que aúlla en público, y P. D. James, que expone de manera muy modosa la visión clásica de la novela policial a la manera inglesa. Pero también está Winner, autor del más exitoso libro del género en los últimos años, Novela negra, un portador de secretos inconfesables que pugnan por salir a la luz. Relato elegante, arroja también una ácida luz sobre la manera en que Fonseca entiende el oficio. Muchas frases no esconden su propósito incendiario y provocador: «Los escritores y los profesores son básicamente personas exhibicionistas. De lo contrario, ¿cómo soportarían el trabajo que hacen?».

Pero, como se trata de Fonseca, los otros cuentos donde los escritores participan son de una cuerda muy distinta. «El arte de andar por las calles de Río de Janeiro» es una suerte de radiografía urbana de la ciudad,  con un escritor obsesivo cuya divisa parece ser lo que le dice a Kelly, una joven prostituta que quiere acostarse con él: «No tengo deseo ni esperanza, ni fe, ni miedo»(y cómo no recordar el lema de Isabel del Este que tanto citó Roberto Bolaño, «sin esperanza ni miedo»). No hay crimen y sí la tristeza y la perplejidad ante la existencia características de buena parte de la narrativa de Fonseca.  El segundo es un apócrifo diario de Joseph Conrad en que el escritor polaco-inglés discute con la sombra de Stephen Crane y su posible influencia en su obra. «El libro de los panegíricos» es otra muestra de los posibles cruces entre la violencia y el sexo, la culpa y el crimen. El resto de los relatos -alguno más débil- completan un volumen que debíamos haber leído antes.

Rubem Fonseca. Tajamar Editores, Santiago, 2012. 189 páginas.

Mi ángel tiene alas negras

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 24 de mayo de 2014

alas negrasUna de las acciones más interesantes de las editoriales independientes -o pequeñas, o situadas fuera de los grandes grupos- es el rescate de autores y novelas que la marea de la novedad sepulta cada vez más profundamente. La argentina La Bestia Equilátera es especialista en este tipo de rescates, con autores tan interesantes en su catálogo como David Markson, Alfred Hayes y Muriel Spark. A ellos hay que sumar esta novela de Elliot Chaze -única suya, hasta el momento, en esta editorial-, una policial ya no negra, sino negrísima, que Chaze (1915-1990) nunca quiso reeditar mientras vivió (apareció en 1953). Como bien dijo Barry Gifford, el autor de las novelas protagonizadas por Sailor y Lula (una de ellas llevada al cine por David Lynch), Mi ángel tiene alas negras es una novela tan bien escrita que es «apenas un detalle» que gire en torno a un crimen. No es raro que una novela de género lo trascienda largamente, pero quizá éste es un caso realmente ejemplar. El encuentro de Tim Sunblade, un estafador y ladrón de poca monta que se esconde por un tiempo en un puesto de embrutecedor trabajo, y de Virginia, una prostituta cuya elegancia y belleza superan en muy alto grado el lugar en donde ejerce su oficio, tiene algo de explosivo y de trágico a la vez: dos personajes tan excéntricos y con una desesperación tan evidente (o, más bien, con una percepción tan aguda de la fugacidad de la vida, por una parte, y con el ansia de tener con qué llenarla tan acentuada, por otra), solo puede conducir a una catástrofe. Esa es la impresión del lector desde las primeras páginas y el desarrollo de la novela no hace más que llenarse de premoniciones; cuando alcanzan, delito mediante, el estatus que tanto anhelaban, el vacío que sienten es todavía mayor y el potencial de autodestrucción que hay tanto en cada uno de ellos como en la relación, parece dispararse hacia el infinito. Desde luego, la tensión narrativa no afloja jamás, con el estilo seco y distanciado de Chaze que, a través de la voz de Tim, parece sentar en este párrafo tanto una declaración de principios como la poética que rige su escritura: «Cuento esto del modo en que lo recuerdo, y ya he explicado que recuerdo muchos pormenores que se apartan de la historia y no cumplen ninguna función. Trato de ser verosímil, y la vida real no es una serie de ondas que se encajan a la perfección y forman un dibujo que se puede describir ordenadamente. Es una serie de tonterías y pequeñeces que se amontonan sin ton ni son, y lo único que tienen en común es haber ocurrido».

Elliott Chaze. La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2013. 222 páginas.

Galveston

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 27 de diciembre de 2014

Gavelston_135X220La principal carta de recomendación de Nic Pizzolatto es que se trata del creador, guionista y productor ejecutivo de True Detective, una de las series más celebradas del año. De ahí el renovado interés por su obra narrativa previa, un libro de relatos publicado en 2006 y esta novela, de 2010, recién traducida al castellano. Y vaya que vale la pena leerla. Hay una atmósfera de desolación y ruina que recuerda -o anticipa, si uno se pone estricto- la serie televisiva, aunque hay una similitud mucho más profunda, que radica en la manera en que el autor toma elementos clásicos de la novela negra -la desesperación, la certeza sobre la existencia del mal, la fragilidad del ser humano- y los redistribuye en estructuras narrativas nada de convencionales. En el caso de Galveston, hay un pie forzado: el protagonista, Roy Cody, un matón al servicio de un peligroso gánster, recibe la noticia de que tiene cáncer al pulmón. Poco después, su jefe le tiende una emboscada. Ahí se desencadena una fuga, en donde la policía apenas interviene: la novela se centra en este personaje que parece no tener jamás una salida y que, aun así, va de mal en peor.

Pizzolatto es un maestro en la elaboración de sus tramas, aunque las disponga de modos muy distintos en la novela o en la serie televisiva. El relato en Galveston es bastante más lineal que el de la serie, por ejemplo, y la violencia -extrema- asoma en solo un par de oportunidades («En una lucha cuerpo a cuerpo, ellos tenían tres armas y nosotros ninguna. Simplemente, nadie sale vivo de una situación como esa»). El resto es la turbia y oscura existencia de un condenado a muerte que no sabe por qué vive, que es arrastrado a donde no quiere por fuerzas que no controla, y que no sabe qué hacer con los meses y años -largos años- que se suman contra todo pronóstico. La historia completa es durísima, sin atenuantes, y el estilo del autor, que evita la ironía distante de los clásicos de la novela negra y también rehúye todo posible sentimentalismo, calza perfecto con esa nube sombría que se cierne sobre el protagonista y crece y lo cubre todo, aunque Roy Cody esté en un soleado puerto sobre la costa del Golfo de México. Hay otra línea común entre la serie y la novela: la maldad gratuita, por un lado, y los personajes heridos y dañados que la combaten o que la sufren, por otro. Pero nadie es totalmente bueno o inocente.

Nic Pizzolatto. Salamandra, Madrid, 2014. 283 páginas.