Mi ángel tiene alas negras

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 24 de mayo de 2014

alas negrasUna de las acciones más interesantes de las editoriales independientes -o pequeñas, o situadas fuera de los grandes grupos- es el rescate de autores y novelas que la marea de la novedad sepulta cada vez más profundamente. La argentina La Bestia Equilátera es especialista en este tipo de rescates, con autores tan interesantes en su catálogo como David Markson, Alfred Hayes y Muriel Spark. A ellos hay que sumar esta novela de Elliot Chaze -única suya, hasta el momento, en esta editorial-, una policial ya no negra, sino negrísima, que Chaze (1915-1990) nunca quiso reeditar mientras vivió (apareció en 1953). Como bien dijo Barry Gifford, el autor de las novelas protagonizadas por Sailor y Lula (una de ellas llevada al cine por David Lynch), Mi ángel tiene alas negras es una novela tan bien escrita que es «apenas un detalle» que gire en torno a un crimen. No es raro que una novela de género lo trascienda largamente, pero quizá éste es un caso realmente ejemplar. El encuentro de Tim Sunblade, un estafador y ladrón de poca monta que se esconde por un tiempo en un puesto de embrutecedor trabajo, y de Virginia, una prostituta cuya elegancia y belleza superan en muy alto grado el lugar en donde ejerce su oficio, tiene algo de explosivo y de trágico a la vez: dos personajes tan excéntricos y con una desesperación tan evidente (o, más bien, con una percepción tan aguda de la fugacidad de la vida, por una parte, y con el ansia de tener con qué llenarla tan acentuada, por otra), solo puede conducir a una catástrofe. Esa es la impresión del lector desde las primeras páginas y el desarrollo de la novela no hace más que llenarse de premoniciones; cuando alcanzan, delito mediante, el estatus que tanto anhelaban, el vacío que sienten es todavía mayor y el potencial de autodestrucción que hay tanto en cada uno de ellos como en la relación, parece dispararse hacia el infinito. Desde luego, la tensión narrativa no afloja jamás, con el estilo seco y distanciado de Chaze que, a través de la voz de Tim, parece sentar en este párrafo tanto una declaración de principios como la poética que rige su escritura: «Cuento esto del modo en que lo recuerdo, y ya he explicado que recuerdo muchos pormenores que se apartan de la historia y no cumplen ninguna función. Trato de ser verosímil, y la vida real no es una serie de ondas que se encajan a la perfección y forman un dibujo que se puede describir ordenadamente. Es una serie de tonterías y pequeñeces que se amontonan sin ton ni son, y lo único que tienen en común es haber ocurrido».

Elliott Chaze. La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2013. 222 páginas.

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