Reseña publicada en la revista «Sábado» del diario El Mercurio, 10 de noviembre de 2018
En Europa, ese gigantesco melting pot, se ha instalado la discusión acerca de qué es genuinamente europeo. La escritora croata Dubravka Ugresic pone el dedo en la llaga cuando reclama en contra de las etiquetas, que califica como interpretaciones abreviadas —y generalmente erradas— de una obra: un croata debe escribir sobre su país, para no sonar impostado. Y cita el caso más extremo que ha encontrado, el de Joydeep Roy Bhattacharaya, nacido en Calcuta y licenciado en Filosofía en Estados Unidos, residente en Nueva York y autor de una novela sobre Hungría y el círculo de los intelectuales húngaros de los sesenta. Un lector de ese país se quejó: «La novela trata de Hungría, pero de un modo indio. Sería mejor que escribiera sobre la India». Todo esto viene a cuento porque Criacuervo es de Orlando Echeverri, escritor colombiano, pero buena parte de ella transcurre en Alemania y los protagonistas son alemanes. La parte colombiana del relato transcurre en el desierto de la Guajira, en el norte del país, y en la ciudad de Cartagena de Indias. Ese lugar se anuncia al inicio como un punto de reunión, donde los hermanos Zweig, Adler y Klaus, se reencontrarán luego de más de diez años, acompañados también por Cora Baumann, el amor juvenil de Klaus. Pero, en realidad, el desierto de la Guajira funciona como una suerte de punto de fuga donde todo parece perderse, extraviarse o romperse, una suerte de maelstrom que si llega a devolver algo, lo entrega tan dañado que es apenas reconocible.
No solo la falsa etiqueta destaca a Criacuervo en el panorama de la reciente narrativa latinoamericana. Echeverri desarrolla una historia, o dos historias, que se abren cuando los padres de Adler y Klaus, una pareja de biólogos, aparecen muertos en su auto en medio del bosque. El narrador omnisciente, la sucesión de hechos, la huida de todo lo que suene a introspección, el estilo vigoroso y lleno de aciertos que es tan fluido como directo, muestran a un escritor que se desmarca no solo de la geografía sino también de un cierto modo de narrar que se ha popularizado en América Latina. De ahí que sea una novela sorprendente, inesperada, donde un viento feroz dispersa las hojas y un remolino no menos poderoso parece anunciar que volverán a encontrarse en la Guajira, armados de nostalgias enterradas tan profundamente que cuando afloran se tornan incontenibles. Pero no sería tan buena novela si las cosas ocurrieran como debían pasar. No retrataría tan bien la soledad, el abandono y el infortunio de esas vidas quebradas si la Guajira no mostrara su peor cara.
Orlando Echeverri Benedetti. Edícola Ediciones, Santiago, 2018. 200 páginas.