Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 22 de noviembre de 2014
Es un libro tan inclasificable como extraño es el título, escrito en ladino, la lengua de los sefardíes expulsados de España a fines del siglo XV. Una lengua que se resiste a morir, aunque casi nadie la hable ya en la chiquez (la infancia), y que es el hilo que sigue la autora, Myriam Moscona, mexicana, descendiente de sefardíes radicados en Bulgaria y emigrados a México en la década de los 40 del siglo pasado. El hilo la lleva a la abuela Victoria, una mujer amargada y rencorosa que, sin embargo, tuvo para ella una importancia fundamental por hablarle siempre en ladino, porque quienes hablan el castellano en México «no saben decir las kosas kon su muzika de orijín». También la lleva, a los 50 años, a Bulgaria, un encuentro tardío con la cuna de las tradiciones que alimentaron su infancia y que le significa un sorpresivo encuentro con una amplísima colección de refranes sefardíes.
Uno de ellos es el origen del título: «El meoyo del ombre es tela de sevoya», que la autora traduce como «La fragilidad humana es como tela de cebolla». Y capa tras capa, a través de breves capítulos agrupados en seis secciones, Moscona desnuda la cebolla del ladino, de los sefardíes, de su vida familiar, de la sabiduría popular acumulada en el refranero, de la aventura de un pueblo que echó raíces en distintos lugares y que mantenía, a pesar de todo, una lengua común, un regreso a la infancia de la lengua que hablamos, de una viveza y colorido envidiables, que sostiene la estructura de un libro atípico que hace gala de libertad, de frescura y de una originalidad ajena a toda fórmula. Si en «Kantikas» y «La cuarta pared» hay poemas en ladino, cartas y diarios, en «Molino de viento» hay sueños, cuentos, fantasías, que podrían ser algo así como el reverso de «Diario de viaje» -el relato de su encuentro con Bulgaria- y de «Distancia de foco», que agrupa los recuerdos de su infancia y de su familia, como la historia del tío Milcho, compañero de colegio de Elías Canetti, perdido de la memoria hasta que escucha en la televisión que su antiguo amigo ha recibido el Premio Nobel de Literatura. La vertiente creativa y misteriosa es tan estimulante como la biográfica; entre ambas, «Pisapapeles» aborda el ladino desde una perspectiva más ensayística, aunque esos papeles que se resisten a volar estén también en sus sueños, en sus recuerdos, en la presencia de esa abuela tiránica que ni en la hora de su muerte abrió camino al perdón.
Myriam Moscona. Acantilado, Barcelona, 2014. 280 páginas.
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