El hastío y el tiempo

The_sanitarium_Davos-Dorf_(14357228353)Se han difundido muchos conceptos erróneos sobre la naturaleza del hastío. Se cree que la novedad y el carácter interesante de su contenido «hacen pasar» el tiempo, es decir, lo abrevian, mientras que la monotonía y el vacío alargan a veces el instante y la hora patéticamente. Pero esto es inexacto, pues, siendo en ocasiones así, la monotonía y el vacío pueden abreviar y acelerar vastas extensiones de tiempo hasta reducirlas a la nada. Por el contrario, un contenido rico e interesante es sin duda capaz de abreviar una hora e incluso un día, pero, considerado en conjunto, confiere al paso del tiempo amplitud, peso y solidez, de manera que los años ricos en acontecimientos pasan con mayor lentitud que los años pobres, vacíos y ligeros, que el viento barre y se alejan volando. El hastío es, pues, en realidad, una representación enfermiza de la brevedad del tiempo provocada por la monotonía. Los grandes períodos de tiempo, cuando su curso es de una monotonía ininterrumpida, llegan a encogerse en una medida que espanta mortalmente al espíritu. Cuando los días son semejantes entre sí, no constituyen más que un solo día, y con una uniformidad perfecta la vida más larga sería vivida como muy breve y pasaría en un momento. La costumbre es una somnolencia o, al menos, un debilitamiento de la conciencia del tiempo, y cuando los años de la niñez son vividos lentamente y luego la vida se desarrolla cada vez más deprisa y se precipita, es también debido a la costumbre. Sabemos perfectamente que la inserción de nuevas costumbres es el único medio de que disponemos para mantenernos vivos, para refrescar nuestra percepción del tiempo, para obtener, en definitiva, un rejuvenecimiento, una confirmación, una mayor lentitud de nuestra experiencia del tiempo y, por ello, la renovación de nuestro sentimiento de la vida en general.

la-montana-magicaTal es el objetivo del cambio de aires o lugar, del viaje de recreo; la influencia bienhechora del cambio y el episodio. Los primeros días de permanencia en un lugar nuevo tienen un ritmo alegre, es decir, robusto y amplio, y comprende unos seis u ocho días. Pero luego, en la medida en que uno se «adapta», comienza a sentir cómo se abrevian; quien se interesa por la vida o, mejor aún, quien desea interesarse por ella, percibe con espanto cómo los días se van haciendo ligeros y furtivos, y la última semana —por ejemplo, de cuatro— posee una rapidez y fugacidad inquietantes. Es verdad que el rejuvenecimiento de nuestra conciencia del tiempo ayuda a superar ese período intercalado y desempeña su papel aun después de volver a la regularidad. Después del cambio, los primeros días en nuestra casa nos parecen también nuevos, amplios y jóvenes, pero sólo al principio, pues uno se acostumbra más deprisa a la regularidad que a su interrupción, y cuando nuestra vivencia del tiempo asiste a su fatiga por la edad, o —signo de debilidad congénita— no ha estado muy desarrollado, se adormece rápidamente y al cabo de veinticuatro horas es como si nunca nos hubiésemos marchado y el viaje no hubiese sido más que el sueño de una noche.

La montaña mágica. Thomas Mann, Edhasa, 2005. 933 páginas. Traducción de Isabel García Adánez.

Un comentario sobre “El hastío y el tiempo

Replica a Luis Manteiga Pousa Cancelar la respuesta