Thimor

Reseña publicada en la revista «Sábado» del diario El Mercurio, 13 de octubre de 2018

ThimorManuel Astica Fuentes desarrolló una larga carrera literaria entre las décadas de los treinta y los setenta, aunque su punto de partida fue debido al azar. No lo sabemos, pero es posible que el despensero de un buque de la Armada de Chile no tuviera en mente abrazar el camino de la escritura hasta que pasó un año recluido en una cárcel. Astica participó en la sublevación de la Escuadra nacional en 1931, en los años especialmente turbulentos que siguieron al estallido de la Gran Depresión. Hay dos libros ejemplares sobre el período: La tiranía en Chile (1938), de Carlos Vicuña Fuentes, y Del avión rojo a la república socialista (1972), de Carlos Charlín Ojeda, un libro de más de 900 páginas, escrito con pasión y amenidad. Es de esos libros que merecen una reedición. Uno de los episodios que narran Vicuña y Charlín, entre otros historiadores, es la mencionada sublevación. Astica era despensero de uno de los barcos y le correspondió dialogar -discutir, más bien- con el contralmirante Von Schroeders, y, como se cita en la solapa, este no le escatimó calificativos: «peligroso espécimen», funesto», «instruido para su clase social».

Tras el fracaso del levantamiento, Astica fue condenado a cadena perpetua, pero al año fue indultado por el gobierno de Marmaduke Grove. En su estadía en la cárcel escribió Thimor, calificada como la primera novela utópica de Chile. Es un texto ingenuo, apasionado y revelador de los sueños de Astica sobre la justicia social en Chile y en el mundo. Es un libro «lírico y hasta algo místico», dice el autor del prólogo, el dramaturgo Antonio Acevedo Hernández, que lo aplaude, pero entre líneas manifiesta también su desconcierto. Porque está, por un lado, una suerte de manifiesto utópico, un alegato contra la concentración de la riqueza, una exposición del Estado como un ser viviente y que, por lo tanto, cuida de todas las partes de su cuerpo; están también los fantásticos descubrimientos hechos por el protagonista, un capitán de navío que surcó los mares a mediados del siglo XIX; pero todo ello envuelto en una gasa volátil de pasiones y amores, de cuerpos que desean y que subliman. Para el lector contemporáneo es de una ingenuidad adorable, y por eso la novela de Astica, a pesar de sus imperfecciones, de su estructura errática y de sus arranques de romanticismo adolescente, es atractivo y curioso, un documento de época, sí, pero también el depósito de intuiciones certeras.

Manuel Astica Fuentes. La Pollera Ediciones, Santiago, 2018. 104 páginas.

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