El ninguneo de Fuentes a la literatura europea

Un pope de las letras. Una autoridad (in)discutible. Uno de los sobrevivientes del boom: Carlos Fuentes. No discutiré sobre su obra. Es responsable de dos novelas canónicas, La muerte de Artemio Cruz y La región más transparente, y de una nouvelle o cuento largo que está entre mis favoritas de todos los tiempos, Aura, el auténtico palo al gato: si todos sus libros pasan al olvido, Aura los sobrevivirá. Palabra de ferretero.

Lo que pasa es que, a la hora de escoger el libro que comentaré esta semana, me decidí -nada raro, en todo caso- por uno europeo. Y entonces se me vino a la memoria una afirmación de Fuentes leída en los diarios del fin de semana, y de ahí sobrevino la siguiente reflexión, que trato de situar con apoyo de las correspondientes citas.

El problema de la autoridad de Fuentes es que ya no lee. No lee a Bolaño por el aura que rodea a su muerte; pero Bolaño murió hace cinco años y se dio a conocer en el mundo de habla hispana hace quince. No es disculpa. Dice, a sus venerables 85 años, que esperará aún unos cinco años más antes de hacerlo. Y no es broma. Pero sus deficiencias de lectura, y sus prejuicios, se hicieron más patentes aún en las entrevistas que dio al criollo duopolio de la prensa en su pasada por la Feria del Libro de Santiago 2009, la FILSA. La tesis global es la siguiente:

El gran crítico francés Roger Caillois señaló alguna vez que la novela de la primera mitad del siglo XIX correspondía a los europeos; la segunda mitad del XIX, a los rusos; la primera mitad del XX, a los estadounidenses y la segunda mitad del XX, a los latinoamericanos. Pero no es tan así, pues la segunda mitad del siglo XX también pertenece a los sudafricanos, los hindúes, los paquistaníes, los árabes, etc. Hay, por supuesto, grandes escritores europeos, como Günter Grass o Juan Goytisolo, pero no existe la centralidad de un solo lugar, y la novela en parte se ha desplazado hacia el Tercer Mundo (sic: a Grass le sobra una ese).

La cita es de la entrevista a El Mercurio, pero en la que dio a La Tercera -que no he podido linkear- profundiza la tesis, en alguna medida producto de la torpe pregunta que le formuló alguno de los dos entrevistadores, Héctor Soto y Roberto Careaga (sospecho que fue el primero, por el tono descalificador implícito):

– Pero en Europa hay un tipo de novela más centrado en el lenguaje, que se mira más el ombligo.

– ¿Cree que en Europa se está cultivando la novela? Yo creo que no (sigue, casi idéntico,  el texto citado más arriba, referido a Caillois). Hoy los mejores escritores de lengua inglesa son nigerianos, indios, sudafricanos, pakistaníes… Existe la idea en algunos escritores del norte de que ya está todo dicho.

Bueno: primero castiguemos a quien preguntó, que probablemente leyó a Claude Simon como la última novedad europea. Es abismante que se ponga en el mismo saco reductor y peyorativo -literatura que mira más el ombligo- a toda la producción literaria de la Europa contemporánea; y peor es que Fuentes confirme la tesis. Se me ocurre, para abreviar, partir por algunas preguntas.

¿Qué es Europa? Supongo que más que Inglaterra, para empezar. Y supongo que «lengua inglesa» es más que las Islas Británicas, porque hay gringos -esos ingleses que por mala pata nacieron en ultramar- que escriben muy bien. Ahora, no en tiempos de Faulkner o James o Melville. Y supongo que entre los paquistaníes no cuenta a Hanif Kureishi, ni entre los japoneses a Kazuo Ishiguro, nacidos o criados en la pérfida Albión. ¿Habrá novela más inglesa que Los restos del día, de Ishiguro? ¿Es que el melting pot aplica para el mestizaje sudamericano, pero no para las mezclas de anglosajones -o europeos en general- con las hilachas raciales de los antiguos imperios?

Aún si fuera así, aún si fuera admisible la exigencia de un certificado genealógico que garantice raigambres medievales en antiguas potencias coloniales para calificar como escritor europeo, Fuentes desvaría. Para empezar, la tesis de Caillois -tal como la presenta Fuentes– es de un simplismo rampante; según ella, Flaubert, Maupassant y Zola, para remitirnos sólo a venerables apellidos franceses, no existen, porque en esa época dominaban los señores rusos. Kafka no existe, porque no era estadounidense y de ellos es la primera mitad del siglo pasado. ¿Cómo puede alguien citar semejante argumento de autoridad?

Más aún si cualquier lector puede conocer a Amélie Nothomb, Julian Barnes, Antonio Tabucchi, Philip Roth, Enrique Vila-Matas, Javier Marías (aunque, claro, puede que para Fuentes los últimos dos no sean europeos), W. G. Sebald (ya, se murió) y tantos otros escritores que ni se miran el ombligo para escribir; y para qué hablar de escritores tan brillantes y provocativos como Goran Petrovic o Yuri Andrujovich: su ubicación en las fronteras de la Europa clásica disculpa a Fuentes de no conocerlos.

Está bien, no se puede leer todo, y la marea de libros es indomable. Lo irritante es que se pretenda dar cátedra sobre esa base. Se suele incurrir en generalizaciones que no resisten mayor análisis; y es grave, creo yo, que, cuando se trata de vacas sagradas como Fuentes, nadie haga las contrapreguntas pertinentes. Es cierto, finalmente, que el mapa literario se ha ampliado considerablemente y que muchas de las voces más interesantes y renovadoras vienen desde coordenadas hasta hace poco desconocidas, pero, vamos, la literatura no es una carrera de relevos y no se puede jubilar sin más a todo un continente.

Un comentario sobre “El ninguneo de Fuentes a la literatura europea

  1. Estoy muy de acuerdo en todo el texto. No cabe duda que Fuentes escribió grandes novelas -a la lista sumaría Cambio de Piel- pero las generalizaciones y la poca rigurosidad de sus opiniones desespera un poco.

    Tampoco se comprende la pasividad en la que caen los periodistas culturales. Pienso en un caso similar ocurrido recientemente: las declaraciones de Volpi.Nadie le contrapreguntó, nadie refutó, no hubo textos al respecto, ningún medio encargó un texto que pusiera en duda la afirmación. Todo quieto.

    Sobre la pregunta que citas, y a modo de ganarme algunos enemigos, me gustaría saber qué es una novela no centrada en el lenguaje.

    Y sí: Fuente no lee, y en su actual literatura se nota.

    R.

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