Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 18 de mayo de 2013
Sobre la autora, Megan Boyle (1985), la solapa dice, entre otras cosas, que «estudió en cinco universidades y no se graduó en ninguna, y actualmente intenta hacer su carrera como conductora de camiones». Este es su primer libro, que no tiene ninguna mayúscula y es, tal como lo indica el título, una serie muy heterogénea de entradas en un blog de aquellos personales, no temáticos. Y si bien las primeras entradas cultivan una vena graciosa (por ejemplo, «quiero tener piernas de 15 metros y pisar cosas para decir ‘ups’ de forma sarcástica», el registro completo es el de la vida típica de una estudiante estadounidense que vive sola, tiene múltiples parejas (sobre todo hombres, pero también mujeres; una de las entradas más largas es la lista de todas hasta los 23 años, con un gracioso resumen final que también tiene algo de patético), que se preocupa por los kilos pero come chatarra y bebe mucho, que tiene una relación neurótica con internet (y cuentas en distintas redes sociales), que fantasea, que imagina, que recuerda, que hace inventarios y listas, que juzga su propia escritura. En todos los sentidos, es un libro muy contemporáneo, pero no radica allí su valor; hay ingenio -mucho- y un real talento para captar el flujo de la vida cotidiana sin aspavientos ni intentos de desentrañar el sentido de la existencia, así como una precisa manera de reproducir el modo de construcción de los blogs, donde suele pasar -como pasa en este libro- que se busca con algo de desesperación tener algo que decir (por ejemplo, la larga entrada del 16.9.09, «todos los pensamientos que tuve mientras caminaba a la facultad», donde se puede leer estas interrogantes: «¿Soy realmente interesante o solo quiero construir una visión ‘interesante’ de mí misma para no sentir que debería morirme? tal vez ‘interesante’ dependa más de la visión de otras personas que de la mía, o tal vez de la idea que yo tengo de lo que puede ser interesante para otros, si no existieran otras personas no me importaría ser interesante o no serlo».
Y son, efectivamente, borradores no publicados en su blog, que Boyle guardaba en un archivo y editó finalmente a instancias de Tao Lin, indudablemente su autor más próximo en el modo de entender el ejercicio de la literatura. No se sabe si harán escuela -probablemente sí-, pero el libro de Boyle, al menos, tiene el atractivo de lo nuevo y de lo bien hecho.
Megan Boyle. Dakota Editora, Buenos Aires, 2012. 155 páginas (disponible en la librería Metales Pesados).