Lecturas de la década: ensayos

El mundo del ensayo  sí que es ancho  e inconmensurable. Si en literatura puedo aventurar, con mucha patudez, una que otra generalidad, en este ámbito sólo puedo hablar de preferencias y recorridos muy personales. Las áreas que más me interesan son la historia (contemporánea especialmente) y la literatura, así que ahí están concentrados mis escogidos; y sobre muchos de ellos no he escrito previamente.

Nacional

Siútico, de Óscar Contardo. Es el mejor ensayo del último tiempo sobre Chile y sus estratificaciones sociales, sobre los que son y los que quieren ser, sobre los que pertenecen a las elites y los que las miran con ojos hambrientos, sobre incluidos y excluidos.

Aquí está mi reseña, donde dije que «el mayor interés de Siútico radica en su capacidad analítica, en el cuadro que traza a partir de coordenadas lingüísticas, de leyendas urbanas, de gestos casi imperceptibles: el retrato implacable de una sociedad obsesionada por los siúticos y celosa hasta el extremo de mantener intactas las barreras que separan a los grupos con mayor eficacia que un muro o un foso».

Dos ríos africanos

El río Congo. Descubrimiento, exploración y explotación del río más dramático de la tierra, de Peter Forbath (1977; la edición española es de 2002).  Creo que fue el primer libro que leí de la colección Noema, coedición entre Turner en España y el FCE en México, de la que me he convertido en adicto. Aparte de la elegancia de la colección, hasta el momento nunca me han decepcionado a pesar de la amplia variedad de temas que abordan: filosofía, cine, historia, tecnología, literatura. Pero eso merecería una entrada especial: la mejor colección de ensayos de la década. Ahí Noema no tiene competencia.

Reseñé este libro, una maravilla narrativa, en El Sábado, en 2004; y tres años después escribí algo en mi otro blog (todavía no existía el excelente buscador de Emol que me ha permitido recuperar muchos textos perdidos); y sigo invitando a la lectura de un texto fascinante que muestra lo peor del esclavismo, del colonialismo y de sus. atroces secuelas.

El dios indómito. La historia del río Niger, de Sanche de Gramont (1975; la edición española es de 2003). Después del Congo había que ir por el Níger, un río aún más misterioso y desconocido, cuyo trazado correcto entró en los mapas incluso después que el del Congo. Y su historia no es menos atroz. África Occidental, ese puñado de territorios divididos con lienza que reflejan las pugas de alemanes, ingleses y franceses por la soberanía regional (Sierra Leona, Costa de Marfil, Senegal, Guinea, Burkina Faso, Togo, Dahomey, Costa de Oro, e incluso los Estados grandes del interior, como Mali y Níger, y Nigeria, ya al sur), fue la primera y gran víctima del esclavismo; pero eso es una etapa ya posterior, cuando en las riberas del Níger ya había una milenaria migración egipcia y existía la ciudad más misteriosa de África, Tombuctú, símbolo, en otro tiempo, de la posibilidad de incontables riquezas y, luego, del lugar más remoto y apartado al que podía llegar algún viajero. Y es que el caprichoso curso del Níger parte a pocos kilómetros del Atlántico, en faldeos montañosos que lo orientan, casi en línea recta, al noroeste, donde corre, finalmente, por el borde del desierto, hasta que el sofocante calor y la sequedad de la naturaleza lo fuerzan a tomar rumbo, casi en línea recta, hacia el sur, hasta desembocar en la bahía de Benin, en un estuario lleno de meandros donde las naves europeas conocieron la maldición de la malaria e incontables muertes hasta que la quinina les permitió remontar el río sin fiebres ni convulsiones.

Eso es parte de la historia que cuenta Sanche de Gramont, francés, periodista, corresponsal de guerra e historiador que se nacionalizó estadounidense y pasó a llamarse Ted Morgan. Uno de mis proyectos inconclusos es escribir algo sobre este libro y El rinoceronte del Papa, caudalosa novela de Lawrence Norfolk (casi 900 páginas en apretada tipografía) que tiene una larga sección sobre un viaje aguas arriba del Níger, más otra literatura sobre Tombuctú que estoy pesquisando. Algún día lo haré.

Dos miradas europeas sobre el lado de acá

Viaje literario por América Latina, de Francesco Varanini.  Este antropólogo, periodista, lector y, como dice la solapa del libro, «asesor estratégico de importantes empresas», publicó este libro en Italia en 1998. La edición de Acantilado es de 2000 y yo lo leí en los primeros meses de 2001, cuando un buen amigo me lo trajo de Buenos Aires (ahora, por fortuna, Acantilado tiene distribución local y es posible encontrarlo acá, y no TAN caro para lo que es).

El libro de Varanini (y en buena medida también el que sigue en este apartado) tiene la virtud de mostrar una mirada desde Europa, o, más bien, de desnudar la idea que Europa tiene de la literatura latinoamericana. Decir esto es apuntar en forma directa al tremendo daño que los epígonos de García Márquez (entre los que debe incluirse él mismo, según Varanini) han infligido a una literatura que tiene muchos más matices y recovecos que lo contenido en lo que el autor llama «lenguaje nobelmarquiano», una fórmula más que revenida que GGM puso en circulación y que es reconocible no sólo en la literatura, sino también en crónicas y ensayos (el libro abunda en citas donde es muy difícil discernir, a primera vista, si son textos de Gabo o de algún epígono: la conclusión de Varanini es que da lo mismo, el daño ya está hecho). Sostiene que la narrativa latinoamericana es mucho más que esa imagen que tanto le gusta a los europeos, un continente donde ocurren maravillas, excesos e incontinencias a granel, las mujeres bellas suben a los cielos, las enredaderas son sus escalas, la desmesura es la medida de todas las cosas.

Pero hay mucho más: Varanini también escribe sobre Borges, Felisberto Hernández (uno de mis autores favoritos de todos los tiempos; estoy esperando que llegue la antología de sus cuentos que publicó Eterna Cadencia para escribir algo sobre él), Andrés Caicedo (mucho antes que Fuguet, como se ve), Julio Cortázar, Jorge Edwards (un gran análisis de las sucesivas ediciones de Persona non grata), Lezama Lima y Carpentier; y en el último capítulo, «Como las arterias de una araña divina. América Latina, sueño europeo», revisa a muchos otros más. Un gran libro, que escapa de lo académico, que no le hace caso a los prejuicios ni le tiene miedo a las vacas sagradas.

Desvíos, de Ignacio Echevarría (2007).  El subtítulo describe perfectamente qué es este libro: «un recorrido crítico por la reciente narrativa latinoamericana». De este modo, apenas se topa con el anterior y, con la lectura de ambos, cualquier lector puede quedar más o menos bien informado sobre el paisaje literario regional o, al menos, sobre cómo este paisaje es mirado, descrito y analizado con ojos europeos. Echevarría incluye materiales de diverso tipo, desde reseñas breves hasta ensayos de variada extensión. Roberto Bolaño y Nicanor Parra reciben mayor atención por razones que el autor explica en el prólogo. Lo reseñé en 2007 y dije que «la perspectiva desde España, entendida como la metrópoli de un sistema mucho más amplio de circulación, es importante porque expresa ante todo las determinaciones impuestas por la industria editorial. Con fuerte ironía, el autor señala que los editores españoles, cuando van de pesca al «río revuelto de las letras latinoamericanas», «no es raro que traigan latas, neumáticos, botas y zapatos chorreantes», aludiendo a la preferencia de la industria por autores de alguna manera estandarizados y fácilmente digeribles por el mercado. Con todo, muchos autores interesantes se cuelan entre pésimas elecciones y premios editoriales diseñados para servir como argumentos de venta, más que para discernir obras de auténtica calidad. Allí, en ese puñado de autores que sobrevive a la presión de la industria por adocenar los contenidos y el lenguaje, radica el mayor interés de este libro para el lector chileno».

Agrego ahora que Echevarría incluye tanto elogios como severas críticas. Su postura es que los críticos contribuyen a dar forma al canon y, para lograrlo, deben señalar tanto lo bueno como lo malo, lo que califica como lo que no califica. Y algunos de sus juicios son dignos de rescate. Sobre Anphytrion, de Ignacio Padilla: «un refrito aceitoso y azucarado de topicazos solemnes», de «prosa inaguantablemente sentenciosa, alambicada y vacua». Sobre Los impacientes, de Gonzalo Garcés: «disimula la delgadez de su imaginación y la mansedumbre de su narcisismo alternando la infatuación filosófica con la melopea generacional».

La década de Beevor

En pocos años, este historiador británico renovó de manera impresionante la historiografía sobre la Segunda Guerra Mundial y su época (también ha escrito sobre la Guerra Civil española y sobre el París de la postguerra), tanto desde el estilo fluido, ágil y expresivo, hasta el acopio de fuentes de archivos que fueron abiertos tras la caída de los socialismos reales. De todos sus libros, me sigo quedando con los que aparecieron primero en español, el impresionante díptico sobre la guerra en el frente oriental: Stalingrado (2000) y Berlín, la caída: 1945 (2002). En mi reseña sobre La batalla de Creta (2003; fue el tercero en aparecer en español, pero es el primero del autor y el primero que reseñé en El Mercurio), escribí: «Beevor tiene un enorme talento como narrador, que se suma a su conocimiento del oficio militar, su recopilación de fuentes de primera mano, su acceso a los archivos soviéticos (desconocidos para los historiadores occidentales hasta 1990) y su vasta información bibliográfica. Con esos elementos, no extraña que sus libros se lean como novelas y que no sólo hayan recibido numerosos premios, sino que también sean un éxito de ventas».

Beevor, en muchos casos, ha contribuido a cambiar la imagen estereotipada de los hechos. Por ejemplo, tras leer El día D, queda más que claro que la invasión a Normandía y la liberación de París fueron cualquier cosa menos un paseo triunfal; y cualquier cosa que se diga sobre el talento militar de Hitler queda totalmente desmentida por los fatales desaciertos en las decisiones tácticas y estratégicas en el frente oriental. Stalingrado, con todo, es un fresco impresionante por su dramatismo y la completísima revisión de esos años, desde la Operación Barbarroja que llevó a las tropas alemanas a cruzar las fronteras de la Unión Soviética, hasta el derrumbe de los ejércitos de von Paulus ante la asediada ciudad, más de un año y medio después.

Más paseos por la literatura: Coetzee, Said, Amis, Connolly

Esta entrada está ya demasiado larga, así que simplemente recomiendo estos cuatro libros a los interesados en la crítica literaria y en el punto de vista de observadores tan agudos como estos autores. Los de Said y Coetzee son más académicos; los de Amis y Connolly trabajan los temas con más libertad y humor. Este último, especialmente, puede interesar a públicos más amplios. Cómo no gozar de la escritura de alguien capaz de crear frases como «luego vinieron los días de los hurones con costillas como el hueso de la muerte, para los que compramos hígados crudos en la carnicería caballar de la rue de Seine, mientras ellos escarbaban ruidosamente en la habitación octogonal del Hôtel de la Louisiane». Hay tanta autobiografía como ensayo, tanta memoria como lectura, y un arco de intereses impresionante.

Cierro con una cita de Amis que me gusta mucho:

Las citas son todo lo que tenemos. Idealizando: toda escritura es una campaña contra el cliché. No sólo los clichés de la pluma, sino los de la mente y los del corazón. Cuando desapruebo, suelo hacerlo basándome en la cita de un cliché. Cuando alabo, suelo basarme en citas que muestran cualidades totalmente opuestas: frescura, vivacidad, profundidad de pensamiento».