Reseña publicada en la revista El Sábado del diario El Mercurio, 23 de junio de 2012
La vida gris de un gris académico en una gris universidad estadounidense en la primera mitad del siglo pasado. Así podría resumirse Stoner; y, sin embargo, a pesar de lo poco atractivo que puede resultar un argumento de esas características, es una de las novelas más atractivas y fascinantes redescubiertas en años recientes. En efecto, apareció por primera vez en vida de John Williams, el autor, en 1970, y pasó casi totalmente desapercibida hasta que la redescubrió la –según Enrique Vila-Matas- “canonizante editorial de la New York Review of Books”. Con muy buen ojo, fue editada en castellano por una pequeña editorial tinerfeña y se ha convertido en uno de esos secretos boca a boca que han llevado a que el libro cuente ya con cuatro ediciones. Es que el singular talento de Williams para atrapar matices, movimientos interiores, estados de ánimo, situaciones cotidianas, pensamientos y conflictos tiene pocos equivalentes en la literatura actual. Uno se pregunta, en las primeras páginas, si el autor logrará mantener el tono y el interés cuando la materia de su novela es –aparentemente- tan anodina; y la respuesta, con total claridad, es que sí. Stoner, hijo de campesinos, llega a la Universidad de Missouri a estudiar agricultura, pero en un curso electivo descubre la literatura. Su vocación académica lo lleva a los claustros, al refugio que, según uno de los amigos de Stoner, está hecho para que los desposeídos del mundo puedan refugiarse de la tormenta, para los fracasados, para quienes no lograrán triunfar fuera de este asilo. Un punto de vista extremo que a Stoner “le daba una idea sobre la amargura corrosiva y salvaje de la juventud”. Su matrimonio, su enemistad con otro profesor, el amor por su hija, son algunos de los hitos que jalonan una vida sin grandes movimientos ni sobresaltos, pero que está relatada con tal nivel de sutileza que es imposible no empatizar con Stoner hasta en el momento en que descubre que “a la larga todas las cosas, incluso el conocimiento que le permitía saber esto, eran fútiles y vacías y que al final empequeñecían hasta convertirse en una nada donde ya no cambiaban”. La intensa melancolía que tiñe las páginas de este libro ejemplar no es un obstáculo para gozar de la lectura; al contrario, esta crónica descarnada de una vida cualquiera tiene una rara capacidad para iluminar y conmover.
John Williams. Ediciones Baile del Sol, Tenerife, 2012. 240 páginas.