Los otros son más felices

Reseña publicada en el suplemento «Babelia» del diario El País, 28 de enero de 2012

freixasNarrativa. Cuarta novela de Laura Freixas, Los otros son más felices es un recorrido que tiene, según indicó la autora, una raíz biográfica; ella procede de dos familias, una de «la burguesía catalana y otra de clase baja castellana», y la novela lleva a cabo un minucioso retrato de ambos microcosmos. Quien hace de puente es Áurea, una mujer que en sus cuarenta se encuentra en Londres con una antigua conocida y se ponen largamente al día, pero el lector sólo accede a la voz de Áurea, en una curiosa torsión estilística a la que se le encuentra rápido el tranquillo. Áurea, pues, hace un doble recuento, el de su relación con los catalanes Soley, a quienes visita por primera vez en su adolescencia, y el de su familia manchega tanto en La Era, su pueblo de origen, como en Madrid. Como se trata de la reproducción de un diálogo, la memoria fluye de manera discontinua y los distintos temas se van entrelazando en el relato, que tanto se desplaza en el tiempo como en el espacio; y en todas las líneas se verifica un doble juego de descubrimientos y encubrimientos. En toda familia hay secretos y versiones de la realidad que hacen más tolerable o embellecen un pasado oscuro, vergonzante o simplemente anodino; esos secretos salen a la luz de manera gradual, aunque la necesidad de suspenso e intriga tiende a acumular los hallazgos en los capítulos finales del libro. Los otros son más felices abunda, además, en reflexiones sobre el arte -Áurea es pintora y varios otros personajes importantes también- y en descripciones riquísimas en detalles y matices de los cielos, la luz, el color y la textura de los paisajes de Londres, La Mancha, Madrid y la costa mediterránea. La primera parte añade el interés adicional de capturar el pulso de la vida cotidiana en los años de la transición a la democracia en España. Es también la mejor tramada; ese primer encuentro de Áurea con los Soley, que tan importante fue para ella, es el que mejor se ancla en la memoria. El resto se ve perjudicado a ratos por el exceso de digresiones y la creciente sensación de que ya pasó lo realmente importante. Hay que destacar la obstinación de la mirada de Áurea, que madura y reconstruye su identidad casi a pesar de su pasado; y en ese trabajo de buscar, mirar y decidir con autonomía está la línea secreta que anima un relato maduro y cuidado, donde descubrir al otro -a ese otro que solemos presumir más feliz- es, ante todo, descubrirse a uno mismo.

Los otros son más felices
Laura Freixas
Destino, Barcelona, 2011
255 páginas, 17.50 euros

El hacedor de camas

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 28 de abril de 2012

hacedor camasRamón, de doce años, es el primer invitado de Nina, su abuela, a pasar el verano en el campo, y el narrador de la novela. Poco a poco llegan los tíos y tías, a quienes Ramón identifica por sus apodos: el tío lustrado y la tía quejumbrosa, el tío deportista y la tía colorina, el tío mano atrofiada, la tía ojos de pájaro, el tío artista fumón y la tía sicóloga, el tío editor y la tía ojerosa, el tío cabeza tatuada; todos los hermanos menos los papás de Ramón, que andan de viaje fuera de Chile, y el que murió de diabetes. Todos y la figura imponente de Nina, la abuela que pinta y hace temblar a todos con su ronco vozarrón. En la casa hay muchas piezas, colchones antiguos y con los resortes vencidos, un bosque de cedros, un perro, ratones, moscas, abejas. Jarros de pisco sour circulan cuando ya han llegado todos. La novela transcurre en unas vacaciones a fines de los noventa o comienzos de los dos mil, cuando ya circulaba el billete de veinte mil pesos pero su uso era todavía muy poco habitual en transacciones pequeñas.

El relato está construido sobre la base de breves fragmentos; en ocasiones, de una línea; rara vez, de dos o más páginas. Ramón intercala la crónica de las vacaciones con recuerdos de los momentos más significativos de su infancia: cuando murió su perro Pastelero, cuando se disfrazó de hipopótamo, cuando se comió seis completos en tres minutos y ganó la competencia escolar. La mirada del niño, cada vez menos inocente, retrata una familia que alienta tensiones antiguas y que tiene, como es obvio, secretos, esqueletos en el armario, historias vergonzantes, así como también esos momentos de alegría epifánica que jamás se olvidan. Hay líneas del relato -especialmente las que tienen que ver con los vecinos, los campesinos y trabajadores- que podrían haber tenido un desarrollo más amplio; hay personajes que podrían haber crecido más. Pero sin duda es una novela interesante que cala una vez más en los entresijos de la vida de las familias burguesas criollas, de esas que suelen pasar en puntillas por la historia reciente del país (pero este no es el caso; la tía ojos de pájaro perdió a su novio en la dictadura militar) y que asisten con un cierto aire atónito y desamparado a la ola de cambios que ocurre en Chile. Moffat tiene además sentido del ritmo y agrega a su prosa una cadencia liviana y ágil que se lee con gusto y rapidez.

Alejandra Moffat. Sangría Editora, Santiago, 2011. 288 páginas.