Siempre es medianoche

Reseña publicada en la revista Caras, noviembre de 2001

Hanif Kureishi es un hijo de la vieja Gran Bretaña o, más bien, del gigantesco imperio que se repartió por lo cinco continentes y que, tras la ola independentista, vuelve como reflujo a la metrópoli más cosmopolita del planeta.

Kureishi, pues, es de origen pakistaní, pero nacido y criado en Inglaterra, y uno de los escritores más talentosos de su generación, lo que no es poco decir. Y, se diría que naturalmente, sus primeras obras abordaron precisamente el tema de los inmigrantes, de todos aquellos ex súbditos que buscan, desde hace décadas, un lugar en el corazón del imperio. Las novelas El Buda de los suburbios y El álbum negro, más algunos cuentos y guiones de películas notables como Mi hermosa lavandería y Sammy y Rosie se lo montan, no solo lo situaron como uno de los mejores intérpretes del crisol cultural en que ha devenido la ciudad de Londres, sino también en la vanguardia literaria de su país.

Pero no era esa la única veta de la narrativa de Kureishi, un escritor tan británico como Martin Amis o Julian Barnes, solo que con otro punto de vista, otra manera de situarse frente a la ciudad y el país que comparten. Como ya había mostrado en algunos cuentos y, sobre todo, en su tercera novela, Intimidad, Kureishi no estaba escribiendo solo la crónica de la integración racial, sino también la crónica de una generación, los que crecieron con las utopías de los sesenta, que ha perdido el rumbo. Ese es el hilo que retoma en esta magistral decena de cuentos, en su mayor parte historias de parejas, que están en alguna etapa del reencuentro, la ruptura, el volver a empezar o el arrojarlo todo por la borda. Parejas que a su vez tienen historias antiguas, que a veces asoman dramáticamente, hijos de una u otra etapa, y, naturalmente, heridas, resquemores, desconfianzas y desengaños a cuestas.

El narrador de «Eso era entonces», antes de comenzar con la historia de Natasha y Nick, se asume como parte de los personajes y escribe: «somos infalibles en nuestra elección de amantes, especialmente cuando necesitamos a la persona equivocada. Hay un instinto, imán o antena que nos guía hacia la peor decisión». Esta cita da el tono del libro, que navega entre naufragios y salvatajes, que no tiene reparos a la hora de la crueldad, del sarcasmo, de la ironía, que tiene algo de ferocidad en su disección de aquellas historias siempre al borde de la disolución, pero tan claramente reconocibles en otros entornos, más cotidianos y menos literarios. Y ahí radica buena parte del atractivo de este amargo texto, en su capacidad para evocar y retratar personajes e historias que no hablan solo por sí mismos, sino por toda una generación, en su manera de tomarle el pulso al tiempo y entregar un diagnóstico de aquellos que el paciente –el lector- no quiere oír, pero que se constituyen, después, en algo así como una revelación.

Hanif Kureishi. Editorial Anagrama, Barcelona, 2001. 219 páginas