Lecturas de la década: infantil y juvenil

Juvenil

Aunque el primer tomo de Harry Potter apareció en 1997, la década, en este género, estuvo marcada por la avalancha comercial y marquetera del niño mago, sus libros y sus películas. En el afán de estirar la cuerda hasta donde más dé, la última novela será dividida en dos películas.

A mí nunca me ha gustado. Creo que Rowling dio con un buen filón comercial, nada más, y está en su derecho de explotarlo. Pero ocurre que, cuando se dice que sus libros son malos, viene la inmediata defensa: muchos niños se han incorporado a la lectura gracias a ellos. Bueno: una cosa es leer y otra aprender a disfrutar de la buena literatura. Cuando reseñé la segunda, recibí una carta indignada de una estudiante lectora y fan de Potter. Cuando reseñé la sexta (y una de las peores, a mi juicio), el blog del Mercurio recibió más comentarios que cualquier otra reseña que yo haya escrito alguna vez. No sólo critiqué una obra popular; también disparé contra los metaleros, así que me llegó castigo por partida doble. Todavía está online, aquí. Hay respuestas muy graciosas:

«Me parece que antes de opinar, y antes de dignarse a escribir en un blog debería tener argumentos más sólidos».

«Todo critico es un artista frustrado por su propia falta de talento».

«¿Cuál fue la teoría con la que analizó las novelas? Si acaso conoce alguna».

«Sugiero leerse un libro sobre criterios de calidad en literatura antes de volver a opinar. Menos mal que la gente no los lee mucho a ustedes y mucho menos se guía por lo que ustedes dicen para elegir que leer».

«Claro que por personas con un ci mínimo, que al parecer no es su caso».

Esta larga introducción sólo vale para destacar otras dos series de libros destinados al público juvenil, que me parecen harto más interesantes, provocativas y mejor escritas que Harry Potter.

La primera es de Eoin Colfer, irlandés como Rowling y escritor desde muy chico, según indica su biografía. El protagonista, que da el nombre a la serie, es Artemis Fowl, un adolescente experto en todo tipo de malas prácticas y heredero de una fortuna que su padre ha logrado más fuera de la ley que dentro de ella. Y Artemis, por una de esas casualidades que marcan la vida, conoce a los seres mágicos que viven en el subsuelo: elfos, centauros, hadas y todo tipo de seres mitológicos huyen de «los barrosos» y se hunden en las profundidades de la tierra, apoyados no sólo en el uso de la magia, sino también en una tecnología muy superior a la humana. Artemis cuenta con la ayuda de Mayordomo, una suerte de guardaespaldas y consejero «vestido con traje de Hugo Boss y con la cabeza afeitada», y vive crecientemente los problemas de la pubertad: «cada vez que veo una chica guapa, malgasto un valioso tiempo cerebral pensando en ella». Tiene un C.I. privilegiado, que no vacila en lucir, y se maneja en internet como un experto. Es decir, Artemis es un personaje cercano, metido en el mundo, un pillo que también tiene corazón, como lo demuestra, finalmente, su amistad con Holly Canija, la capitana de la policía del subsuelo que primero trata de frustrar sus planes y luego se hace amiga del adolescente.

La imagen corresponde a la quinta entrega de la serie, de 2007 y ya apareció otro en España, pero aún no llega.Aquí reseñé el segundo libro, El cubo B. Como ahí digo, Fowl tiene todo el humor y la frescura que no tiene el plúmbeo estilo de Rowling y su pomposa inscripción en el tópico de la lucha entre el bien y el mal.

Y si la serie de Artemis Fowl es buena, creo que Crónicas de la prehistoria, de Michelle Paver, es aún mejor. La autora nació en Malawi, creció en Inglaterra, estudió bioquímica y se tituló de abogada. Tras 13 años de ejercicio se dedicó a la literatura y muy bienvenida sea. Su recreación de la prehistoria es magnífica; tiene una coherencia y rigor que ya quisieran muchos tratados, pero las tesis antropológicas están tan bien incorporadas al texto que no se notan. El protagonista, Torak, no sólo vive aventuras apasionantes (y uso deliberadamente el adjetivo), sino que también lleva a cabo un proceso de crecimiento y maduración muy bien trabajado.

Pero hay malas noticias. Inexplicablemente para mí, porque se trata, como escribí en la reseña del segundo tomo, de la serie «mejor escrita y más compleja de las muchas destinadas al lector adolescente aparecidas en los últimos años», la distribuidora, Océano, dejó de traerla. Dos veces he encargado a viajeras los tres volúmenes siguientes a España, y las dos veces no han podido cumplir con el encargo por razones atendibles, pero también frustrantes. Espero que la tercera, que aún no se vislumbra, sea la definitiva. Aquí está la reseña citada.

Otros títulos que nos han gustado mucho, a los mellizos (15 años ahora) y a mí, son:

Túneles. Copio aquí lo que escribí en una propuesta de lecturas para el verano de 2008:

«El único pero que se le puede hacer a este libro es que el «continuará» de la última página deja con las ganas de seguir leyendo las aventuras de Will Burrows, un adolescente que cava y cava hasta descubrir que bajo la tierra hay más mundos de los que es posible imaginar. El libro es muy entretenido, pero también dramático y hasta aterrador en algunas secuencias. Puede entusiasmar a lectores renuentes y gustará sin duda a los avezados, en especial a quienes disfrutan con aventuras bien pensadas, complejas y sorpresivas en el desarrollo de la trama. Roderick Gordon y Brian Williams«.

Agrego que ya llegó el segundo tomo a Chile y lo tenemos contemplado para las lecturas de este verano.

Jonathan Strange y el señor Morrell, de Susanna Clarke. Aquí está la reseña. Leída a la distancia, quizá me excedí en los elogios -pensándolo bien, no es TAN buena- , pero, para quienes quieran conocer una autora interesante y un libro distinto, más adulto, está muy bien.

El nombre del viento, de Patrick Rothfuss. Tiene sitio web. Es una buena novela en el género, de vasto aliento (es, por cierto, un primer tomo, y apenas abarca la infancia y la adolescencia del protagonista). Tiene buen pulso narrativo, harto dramatismo y el mundo ficticio que crea es original, por más que se noten las huellas de Tolkien y de Rowling (la etapa universitaria del protagonista tiene un lejano parentesco con Hogwarts). Pero Rothfuss es mucho más entretenido que ambos.

Sí, sí: creo que los libros de Tolkien son pomposos y laterísimos.

Infantil

Mi autor favorito en libros para los más chicos es, a mucha distancia, el inglés Anthony Browne. Aquí hay una buena descripción de su trabajo.Ahí se cuenta que recibió medalla Children’s Laureate por ser «un artista sumamente distinguido y extraordinario; alguien que logra involucrar a los niños en sus libros y que ha influido en una generación entera de ilustradores […] Sus libros ofrecen un profundo e inmediato placer, a la vez que nos instan (tanto a niños como a adultos) a volver a ellos. Y cuando volvemos, sentimos que descubrimos gradualmente nuevas cosas”. Totalmente de acuerdo.

Agrego que lo que más me gusta es que sugiere mucho más de lo que dice, de tal manera que el lector está obligado a completar el cuadro y rellenar las historias con su propia imaginación. El dibujo es espectacular, de una expresividad impresionante.

Aquí se puede encontrar todos sus libros.

Y en mi última visita a la librería Gonzalo Rojas, me regalaron estos libritos de Oliver Jeffers, tres bellísimas historias que dejan fluir con toda libertad la imaginación de un niño que viaja, que encuentra cosas, que hace insólitas amistades. Tienen, eso sí, algo extraño y casi inquietante: no aparecen adultos. Pero que son libros capaces de encantar a los niños -y a los adultos-, no hay duda.