Jonathan Strange y el señor Norrell

Reseña publicada en la revista «Sábado» del diario El Mercurio, enero de 2006

Daría para una tesis la idea de que la actual fascinación por la magia obedece al extraordinario progreso del conocimiento y sus consecuencias, el desarrollo científico y tecnológico. El hilo es lo suficientemente grueso como para justificar un fenómeno literario que no da señales de amainar: Harry Potter y Artemis Fowl son, hasta ahora, los casos más populares, pero la avalancha de magos, duendes y mundos mágicos es mucho más amplia y variada. El riesgo de una explicación simple es que podría incluir también esta novela de Sussana Clarke, una obra compleja y ambivalente, que oscila entre el humor, la sátira y la tragedia; una novela sumamente entretenida, pero también inquietante; una obra mayor, tanto por sus dimensiones como por sus intenciones.

Ambientada en las primeras décadas del siglo XIX, narra el renacer de la magia en Inglaterra, arte perdida desde la desaparición del Rey Cuervo, monarca de Inglaterra del Norte, a inicios del siglo XV. Dos magos, Strange y Norrell, descubren cómo revivirla, a través de los libros o de la libre práctica, pero están muy lejos de prever las consecuencias de sus descubrimientos. El narrador tiene la gentileza de no ocultar información al lector, único capaz de apreciar el panorama completo; en cambio, los magos y la amplia galería de personajes que los acompañan están obligados a transitar por oscuros derroteros para llegar a entender qué es lo que está ocurriendo en Inglaterra. Esa es una de las cualidades más positivas del libro: cuando una historia está hábilmente concebida y mejor narrada, no es necesario hacerle trampas al lector para mantener el suspenso y el interés. Y si esta historia se extiende por casi 800 páginas, se aprecia mejor aún el esfuerzo de la autora en este sentido.

Algunos episodios están dominados por el humor y la intención satírica, que se traduce en un implacable retrato de la sociedad inglesa decimonónica. Pero sin duda que la nota dominante es el tristísimo sonido de las campanas que conducen hacia el castillo de Desesperanza. La novela cruza distintas líneas, no sólo de los reinos mágicos y los reinos humanos, sino también de géneros literarios como la aventura, el romance, el terror y el enigma policial, en un vasto fresco narrativo que tiene osadía, humor, calidad y la dimensión adulta que tanta falta hace en otras muestras de la literatura sobre criaturas mágicas.

Susanna Clarke. Salamandra, Barcelona, 2005. 795 páginas.

El temor de un hombre sabio

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 31 de marzo de 2012

Es la segunda parte de la trilogía Crónica del Asesino de Reyes, de Patrick Rothfuss, que comenzó con El nombre del viento. Hay una variada oferta para el público juvenil y en esa masa sin duda destaca esta obra de largo aliento que, aunque bebe de una ancha tradición, logra levantar una propuesta atractiva y de alguna manera original. Es decir, por mucho que el lector sienta que transita por caminos ya recorridos, la manera de trabajar los tópicos es distinta. Hay huellas claras de Tolkien, pero con una prosa harto menos plúmbea; hay rastros de J.K. Rowling, aunque sin el pesado fardo de maniqueísmo que ella lleva hasta el extremo; y ecos de la corriente de fantasía medieval que medró dentro de la ciencia ficción, sin necesidad de introducir unicornios blancos o magos calcados de Merlín. Por supuesto que no es gran literatura y que los reclamos de la solapa del estilo «se convertirá en un clásico» son exageraciones, pero también hay que reconocer que está mucho mejor escrito que la inmensa mayoría de las producciones de este estilo.

La segunda parte de la trilogía continúa con la narración que alterna dos tiempos: un cierto presente en la posada Roca de Guía y la narración –muchísimo más extensa— de la vida previa del posadero. Kvothe vuelve a sus tiempos de estudiante y se extiende sobre materias que en este mundo son la base de la tecnología y la investigación científica, aunque con otros nombres y sobre bases menos perentorias en su ansia de verdad. En buenas cuentas, la familiar alquimia, pero con resultados más palpables que la transmutación del plomo en oro. Hay tres largas secciones sobre su viaje, trabajos y aprendizajes lejos de los muros de la universidad; dos son interesantes y se incorporan bien al conjunto. La tercera, la historia de su relación con Felurian, habitante de un universo paralelo más o menos basada en las sirenas de la Odisea, tiene ese regusto desagradable del relleno innecesario. Más aún, queda la sensación de que todo se alarga mucho; de mantener ese ritmo, el tercer tomo tendría que tener muchas páginas más para alcanzar la madurez del Kvothe que regenta la taberna y ve cómo la oscuridad creciente en el mundo lo amenaza todo. Pero sin duda es un buen proyecto, bien pensado para su destinatario de mercado, que se lee con placer y sin culpa.

Patrick Rothfuss. Plaza &Janés, Barcelona, 2011. 1.197 páginas.