Retratos

Reseña publicada en la revista Sábado del diario El Mercurio, 26 de mayo de 2018

Retratos, de Truman Capote-1Uno de los mejores y más singulares libros de Truman Capote se llama Música para camaleones, que cabe muy laxamente en ese gigantesco cajón de sastre que es la narrativa de no ficción. En realidad, el camaleón es Capote, cuya tan característica silueta no deja de aparecer en lo que escribe, incluso en su novela más conocida, A sangre fría. Y es un camaleón porque nunca deja de ser él mismo, el escritor lúcido, irónico y admirable observador, al mismo tiempo que su escritura se manifiesta de incontables maneras. Este libro califica también para el subgénero periodístico del perfil, aunque el de Marlon Brando cubra más de un tercio del libro y haya otros mucho más breves. Se echa de menos una nota editorial en donde se indique la procedencia, pero ya está, el libro se lee muy bien con la sola indicación de la fecha de la publicación del perfil en cuestión. Y se trata, en su mayoría, de personas con las que Capote se encontró una o más veces. A Brando lo entrevistó en un hotel de Kioto, en 1956, mientras filmaba Sayonara, y complementó el relato de ese encuentro con otros testimonios y anécdotas sobre el ya famoso actor. Y si hay algo que destaca en ese perfil es la acidez de Capote, su retrato inmisericorde del egocentrismo desbordado de Brando, tan fuera de límites que, curiosamente, también era el cauce que era capaz de contener al actor y le permitía el contacto con el resto de los seres humanos, aunque los mirara con la infinita condescendencia de un hombre joven sentado arriba de una montaña de pasteles.

El perfil de Jane Bowles es un precioso testimonio de la amistad entre ambos y del aprecio de Capote por su obra, con una sola queja que compartimos muchos lectores: “no es que carezca de calidad, sino que le falta cantidad”. El retrato de Elisabeth Taylor concluye con una frase demoledora de la actriz: “Supongo que cuando encuentras lo que siempre has deseado, esto no es el principio de un comienzo, es el principio del fin”. Y solo Truman Capote puede haberle dicho a Marilyn Monroe lo siguiente: “Siempre llegas tarde y nunca llevas dinero. ¿Es que por casualidad te crees que eres la reina Isabel?”, en una serie de diálogos citados textualmente que son un tesoro de ingenio, chispa y humor. El fotógrafo Cecil Beaton y el dramaturgo Tennesee Williams completan la serie de perfiles extensos. La sección final del libro toma algunos de los textos que Capote publicó acompañando fotografías de Richard Avedon. Perfiles más breves, pero no menos agudos, certeros y de feliz lectura.

Truman Capote. Lumen, Buenos Aires, 2018. 160 páginas.

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 12 de enero de 2013

feliz wintersonParece el título de un libro de autoayuda. Los nombres de un par de capítulos («Un consejo para todos: vale la pena nacer» y «Este es el camino») pueden reforzar esa sensación. Y si se lo hojea a la rápida, saltarán a la vista aforismos como «me he dado cuenta de que hacer lo más inteligente sólo es una buena idea cuando se trata de decisiones pequeñas. Para las cosas que te cambian la vida, hay que arriesgarse», así como una manera sentenciosa de narrar que puede también inducir a confusión. Pero nada más lejano que este libro de memorias al estúpido optimismo de creer que basta con tener fe en la bondad para que el mundo sea bueno. Jeanette Winterson nació a fines de los 50 en Manchester, en tiempos de miseria y chatura de horizontes, y fue adoptada por un matrimonio disfuncional; o, mejor dicho, por una madre cuyo desajuste e incomodidad perpetua con el mundo la llevaron a adoptar a una hija con el solo propósito de tener una amiga, una cómplice; pero, como solía decir la señora Winterson, escogió «la cuna equivocada». La autora se adentra con una lucidez implacable en un mundo áspero y durísimo: una niña, ella, criada entre la lectura de la Biblia, los golpes y las noches a la intemperie, sentada en la escalera de acceso a la casa, o encerrada en la carbonera. Una madre que veía en ella -ya que no fue lo que esperaba- la encarnación del mal. Mucho se podría decir de la señora Winterson -de hecho, quizá, la gran protagonista del libro-, pero es más interesante apuntar a cómo su hija adoptiva logró sobrevivir a esa figura que por momentos parecía hincharse hasta dimensiones monstruosas y construir, a partir de los libros que su madre odiaba, una vida y una identidad. Si la escena en que la madre saca los libros que Jeanette escondía bajo el colchón y los quema en el patio es apabullante en su brutalidad, más luminosa se torna la lección que ella extrajo del hecho: «Me había dado cuenta de algo importante: en cualquier momento te pueden quitar lo que asoma al exterior. Sólo lo que está en mi interior está a salvo». Y aquello conduce el hilo de estas memorias que llevan a Jeanette hasta su otra madre, la biológica, en un trayecto salpicado de reflexiones, decisiones y sobresaltos de una mujer que nunca tuvo miedo de saltar al vacío y comenzar todo otra vez.

Jeanette Winterson. Lumen, Barcelona, 2012. 251 páginas.

El vértigo de las listas

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 26 de junio de 2010

Desde hace unos años, Umberto Eco se ha dedicado a cultivar una peculiar manera de enfrentar la historia de la cultura. Antes lo intentó con novelas como El nombre de la rosa o El péndulo de Foucault, o ensayos como La búsqueda de la lengua perfecta; pero en sus últimos libros ha preferido definir un punto de vista y seguirlo con libertad (lo que no está reñido, por cierto, con el rigor), vocación divulgadora y abundante acopio de información. El resultado son textos modulares que permiten al lector una aproximación también más libre a la obra, que puede ser hojeada o leída con similar provecho gracias a la abundancia de estímulos visuales y a su flexible organización. Así ha procedido con La historia de la belleza, con La historia de la fealdad y ahora con El vértigo de las listas, una suerte de compendio temático que aborda el tema del título desde líneas diversas que se entrecruzan y divergen a lo largo de los capítulos.En este particular caso, el esquema es sumamente fecundo. Hacer listas es una actividad omnipresente, que se manifiesta desde el rito y la genealogía tan característicos de la Biblia, hasta la enumeración caótica de la poesía y el surrealismo. En el larguísimo trayecto intermedio hay una infinidad de maneras de entender y practicar el arte de hacer listas, con usos cotidianos, normativos, especulativos o simplemente placenteros. Pero la gracia del libro no es sólo el intento de agotar los ámbitos conceptuales (cosas, lugares, prioridades, excesos, etc.), sino el modo en que Eco recopila y reordena la materia de su indagación de fondo, la historia de la cultura. La yuxtaposición de textos y pinturas de distinta procedencia espacial y temporal tiene un efecto poderoso sobre los mapas más apegados a la sucesión y su consecuente establecimiento de causas y efectos, de influencias y paternidades. Eco revuelve el naipe y reflexiona en cada punto desde un ángulo nuevo, en donde, además, confluyen distintas manifestaciones artísticas. ¿Cómo no va a ser interesante, por ejemplo, leer al profeta Ezequiel, a Proust, Calvino, Dickens, Poe, Sidonio Apolinar, Whitman, Víctor Hugo, Joyce y Borges en un solo apartado, en una lista que los reinterpreta y los ilustra con pinturas que también influyen en la lectura? Dicho en breve, es una fiesta.

Umberto Eco. Lumen, Barcelona, 2009. 408 páginas.