Prohibiciones y títulos

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 15 de agosto de 2015

P&TPublicado artesanalmente hace siete años, este libro de Lecturas Ediciones pone nuevamente en circulación, y con mayor alcance, un artefacto literario difícil de definir. Se trata de dos listados que responden a los nombrados en el título. Enumeraciones caóticas, ambos, y -según los autores- con aportes de terceros, se constituyen en una obra breve y múltiple a la vez.

Respecto de las «Prohibiciones», sería un error leerlas como el catálogo del gusto de una generación o de un grupo social (a propósito de generación, los autores están en la década del 30; de Sebastián Astorga, se sabe que es poeta; de Gabriel Zanetti, que algún pariente suyo era conocido como el Pupi y jugaba por la selección argentina de fútbol). Es más acertado, me parece, leerlas como la reducción al absurdo de la manía de prohibir o de establecer parámetros de buen gusto. Si la primera de las prohibiciones es el kétchup -ciertamente, un engendro intragable-, poco después vienen las mujeres y, luego, los hombres. Es decir, toda la humanidad. Poco más adelante el lector da con «Satie, todo Francia», lo que podría aludir al antiguo afrancesamiento como sinónimo de buen gusto, pero es claro que se trata de una hipérbole. Nombres propios, música, actividades (¡dormir!), tipos de música y músicos (con salvedades del tipo «Manzanero es la raja»), lugares, poetas, nacionalidades, dudas como «¿se permite el palo santo en el baño?», futbolistas, personajes históricos, en fin, todo remite, en último término, a la futilidad del hábito de prohibir o del afán de constituirse en el paradigma de la moda, la comida, la lectura o del fútbol.

La segunda parte, «Títulos», es todavía más caótica y graciosa. La enumeración va, esta vez, por posibles títulos de lo que sea que necesite de alguno. Aunque alguno exista (como «Memorias póstumas»), la mayoría son juegos conceptuales (aunque el arte conceptual está prohibido) que vienen, en general, de dos vertientes: la literatura y el cine (los que pretenden significar algo, como «La cosecha tardía», y son perfectamente plausibles) o de la vida cotidiana, donde se hace más evidente el absurdo: «No hay toallas dentro». Otros, varios, parecen venir de la sección autoayuda. Ambos ejercicios son inagotables y una buena base para añadir. Nunca para sustraer, frase que aplica tanto para prohibiciones como para títulos.

Sebastián Astorga y Gabriel Zanetti. Lecturas Ediciones, Santiago, 2015. 78 páginas.

Poco hombre. Crónicas escogidas

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 14 de diciembre de 2013

poco-hombre-617x1024Pedro Lemebel es, a estas alturas, un nombre consagrado en la literatura chilena, cuestión que hay que abordar con los matices que requiere. Salvo una incursión en la novela –género en el cual, claramente, no se halló–, ha cultivado la crónica como su género predilecto. Ahí, en la brevedad de piezas que suelen comenzar su recorrido en diarios, revistas y radios antes de recalar en libros (ya son siete), es donde mejor suena esa voz personalísima y donde esa sintaxis sinuosa logra un ritmo único en nuestras letras y probablemente en la literatura en castellano. La presente antología, realizada y prologada por Ignacio Echevarría, no se guía por el orden cronológico en que aparecieron las crónicas, sino por el intento de ofrecer «los retazos de una especie de autobiografía» que, sin embargo, es también «una panorámica de la sociedad chilena de las cuatro últimas décadas». Así leído, como una historia, como un relato unitario que enlaza la historia personal con la crónica histórica, social y política, este libro se convierte en la mejor herramienta para conocer la obra de un autor que escribe desde el margen, desde la minoría de la minoría, desde el punto de vista de la loca que incluso es mal mirada dentro del mundo gay; y desde ahí levanta una mirada que ha ido consolidando no solo un estilo, sino también una forma de hacerse presente; y esa manera de cultivar su personaje autoral es, según señala Echevarría, «ponerse en juego él mismo, contrariando las expectativas, autoperformándose, escenificándose cada vez de la manera más eficaz para su objetivo que, combinando siempre la denuncia con el testimonio, sigue siendo contrabandear «contenidos, entre comillas, periféricos», con el propósito de «dignificarlos, más que legalizarlos o adscribirlos a una cultura urbana»». Y ahí está, sin duda, una de las claves de la escritura de Lemebel, el rescate de la dignidad de la pobreza, del marica, de la loca, tanto como la denuncia feroz de la hipocresía y de los dobleces que tanto afectan la sociabilidad criolla. Lo que impresiona más de la lectura es la coherencia del personaje que habla y la riqueza enorme que hay tanto en el estilo que busca –y logra– seducir al lector, como en sus hallazgos imprescindibles sobre la sociedad de la que formamos parte.

Pedro Lemebel. Selección y prólogo de Ignacio Echevarría. Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2013. 280 páginas.