Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, sábado 4 de octubre de 2013
En realidad, la mejor reseña posible de este libro del escritor, cineasta y dramaturgo argentino Edgardo Cozarinsky sería citar todos los fragmentos que cupieran en este espacio. Pero naturalmente no es lo que se espera, así que vamos primero por la descripción. Se compone, en primer lugar, de un ensayo, llamado El relato indefendible, que explora, con alguna deriva académica, la relación entre el chisme y la novela: «El chisme se agita en el escenario; la idea, invisible, laboriosa, rige esa puesta en escena; ninguno de ambos podría prescindir del otro: el chisme garantiza la noción de literatura, la idea garantiza la seriedad de ese ejercicio». Bajo el agudo análisis del autor, la obra de escritores como Proust, Henry James y Borges recibe una nueva y desconcertante luz.
En palabras de Cozarinsky, precisamente para «mitigar ese atisbo de pedantería» que podría rastrearse en aquel ensayo (de unas 20 páginas en esta edición), añadió una colección de anécdotas tomadas de muy diversas fuentes orales y escritas, «Cuadros de una exposición», que en esta edición (la primera, inencontrable, es de 1977) añade 25 nuevas piezas, todas ellas guiadas por su «intento de cumplir con el antiguo deber de dejar un rastro, una huella de parte de lo que me tocó oír y ver, no solo leer, en mi paso por este mundo». El resultado es un complejo artefacto que mueve tanto a la risa como a la reflexión, y que ilustra de manera perfecta la tesis del ensayo. Pequeñas historias argentinas y universales, literarias, sociales o políticas, que representan un paseo inigualable por la trastienda de la historia oficial; es como asomarse, a cada momento, por el ojo de la cerradura y espiar la intimidad de otros en momentos inconvenientes o simplemente graciosos; en otros casos, se trata más bien de ilustrar lo extrañas que pueden llegar a ser la cosas, o de cómo el choque de realidades culturales deforma la percepción. Un ejemplo: el escritor albanés Ismail Kadaré fue, en 2005, a un congreso de literatura en Edimburgo donde también estaba el autor, que registró este diálogo (iniciado por Kadaré): «“No sabía que había tantas prostitutas en esta ciudad”. “Yo no me he dado cuenta. ¿Dónde las vio?”. “En pleno centro, las veredas están llenas de mujeres que fuman, inmóviles al lado de una puerta…”». Y Cozarinsky concluye: «La prohibición de fumar era algo inconcebible para alguien oriundo de los Balcanes».
Edgardo Cozarinsky. La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2013. 157 páginas.