Reseña publicada en la revista El Sábado del diario El Mercurio, 17 de agosto de 2013
Desde que Freud echó a andar la maquinaria de la interpretación de los sueños y su vínculo con las oscuras arenas del inconsciente, destacados filósofos y escritores iniciaron su registro escrito, ya sea mediados por una elaboración posterior o registrados en el momento del despertar. Kafka los registraba en sus diarios o en sus fragmentos de escritura. Walter Benjamin también los desperdigó en obras distintas, tanto el registro de los sueños como sus reflexiones sobre lo onírico. Theodor W. Adorno los registraba sistemáticamente, pero solo después de su muerte fueron recogidos en un volumen. Georges Perec, en cambio, hizo del registro una pauta diaria durante un año, y él mismo publicó, un tiempo después, el libro que contiene sus anotaciones al despertar. Este libro de Rodolfo Fogwill (1941-2010) está entre ambos caminos. Llevaba un registro y trabajaba un libro sobre sus sueños, pero no llegó a terminarlo. Sus herederos tomaron aquellos apuntes y le dieron forma a un libro que es mucho más que una mera recopilación de ellos. En realidad, los sueños son el punto de partida para otro tipo de reflexiones que pueden acercarse ya al ensayo, ya al epigrama, ya al diario de vida. Fogwill los recuerda de manera específica o como partes de una gran serie de sueños, los sitúa en su contexto y los interpreta, pero ya no a la manera de Freud (aunque, según se lee, el análisis psicoanalítico fue parte importante de su biografía), sino más bien como claves de lectura de su tiempo y de su manera de reaccionar a él o, más todavía, como una fuente de placer: «Cuando se ha abandonado todo propósito de conocimiento o de cura interesa más el sueño que la producción de muestras para las biopsias del alma o del deseo». Solo por ello es un libro fascinante, que arroja luces sobre sus procesos creativos, sobre su manera de entender el mundo y sobre su ejercicio del oficio literario, al tiempo que entrega otra muestra, en breves capítulos sumamente autónomos, de su intensa e inolvidable capacidad para mirar la realidad desde ángulos insospechados y a partir de ahí extraer conclusiones o puntos de vista que desafían hábitos, prejuicios y, sobre todo, lugares comunes, construida, esta vez, sobre la frágil y elusiva telaraña de esas imágenes que nos asaltan en el momento de despertar y que se alejan, se dispersan y se hacen extrañas en la plena vigilia.
FOGWILL. Alfaguara, Buenos Aires, 2013. 135 páginas.