Cartas de José María Arguedas a Pedro Lastra

Reseña publicada en la revista Caras, 8 de septiembre de 1997

La publicación de este breve epistolario podría perfectamente pasar inadvertido en el mundo narrativo actual. El autor de las cartas murió a fines de los años sesenta, y es tarea difícil ubicar sus obras en las librerías. Para más remate, no formó nunca parte del boom latinoamericano, es decir: nunca estuvo de moda. Y, sin embargo, al recorrer estos textos, no puede uno menos que recordar la furia y el vigor de novelas inolvidables como Todas las sangres y Yawar fiesta; esa impresionante conjunción de culturas y lenguaje con que José María Arguedas resolvió su doble herencia, la del occidente españolizado y las tradiciones ancestrales de las culturas indígenas de la sierra peruana, y con que hizo literatura del desgarro y el dolor de la desintegración de esas mismas culturas. En fin, no puede uno menos que recordar el mundo de Arguedas, las haciendas campesinas, los “pueblos libres” en los arrabales de Lima, los pescadores de anchovetas en Chimbote. Mundo o mundos de tragedia, miseria y hambre, rescatados por la belleza de páginas tensas y profundamente amantes de su tierra y de su gente, páginas de una intensidad que parece relegada al tiempo de las utopías y los anhelos fundacionales. Arguedas fue el primero en darle al indio una voz auténtica, hecha del castellano en sintaxis quechua, y le dio a esa voz un tono épico irrepetible. Quizá su gran hermano es el otro cholo de la literatura peruana, César Vallejo, como él, serrano y heredero de dos culturas.

Pero vamos a esta edición, hecha con cuidado y cariño, que recoge la versión facsimilar de las cartas y su transcripción, más un par de prólogos y un apéndice de imágenes. Es la historia, parcelada y fragmentaria, de su amistad con el escritor chileno Pedro Lastra. No hay demasiadas alusiones literarias ni biográficas. Su gran virtud es traer nuevamente la presencia de Arguedas a las librerías criollas y motivar, ojalá, un nuevo interés por su obra. Habría mucho que decir sobre el autor, sobre la soberana y me ditada decisión de su suicidio, sobre Todas las sangres,  sobre El zorro de arriba y el zorro de abajo y los diarios intercalados en que muestra su conflicto y su grandeza. A falta de espacio, vaya esta cita: “Y en Chile, lo que más me deslumbró y me reconfortó,  fue sentir cómo el altísimo grado de civilización no ha matado lo que llamaríamos la fraternidad aldeana ni ha exacerbado el individualismo, sino que, por el contrario, ha enriquecido la llama de la cordialidad profunda, especialmente por el latinoamericano”. Curiosa imagen y lectura de este país, actualmente de los jaguares, cuando todavía Chile era una sociedad provinciana y acogedora, y mantenía casi sin quiebres sus tradiciones democráticas y republicanas. ¿Quién podría reconocerse hoy en las palabras de Arguedas? Pero quizá la pregunta es injusta. La carta a la que pertenece la cita es del 8 de febrero de 1962, y demasiada agua ha pasado bajo los puentes.

Edición, prólogo y notas de Edgar O‘Hara. Lom ediciones, Santiago, 1997. 151 páginas.

Karl Kraus en los últimos días de la humanidad

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 23 de mayo de 2015

KrausAdan Kovacsics nació en Chile y emigró joven a Viena, donde se especializó en la traducción de autores austriacos y húngaros de entreguerras al castellano, a lo que añadió una breve y sugestiva obra ensayística propia. A esta vertiente pertenece la presente obra. Kovacsics es uno de los grandes especialistas en Karl Kraus, un intelectual y dramaturgo que ejerció ambos oficios con una lucidez y un manejo de la lengua que tiene poco parangón en el siglo XX. Escribió miles de páginas, por decenas de años, en su revista Die Fackel (La Antorcha). Las editoriales Visor y Acantilado han publicado contundentes selecciones de sus escritos. También cultivó el aforismo. Agreguemos su carrera de dramaturgo, que consta al menos de dos obras capitales: La tercera noche de Walpurgisy, Los últimos días de la humanidad, que se extiende por más de 700 páginas. Kraus la escribió mientras se libraba la Primera Guerra y usó en ella una enorme variedad de léxico y estilos que Kovacsics logró verter al castellano en una versión que ya no se encuentra en librerías (aunque sí una edición resumida por el mismo Kraus y traducida por Kovacsics).

Valga esta introducción para recomendar la lectura del ensayo de Kovacsics, que gira en torno a la relación que mantuvo con la baronesa Sidonie Nádherny. La primera parte registra episodios, viñetas y reflexiones, con un estilo libre, que hace surgir a un personaje muy distinto de la imagen atrabiliaria y severa que se ha difundido. El hombre enamorado de una aristócrata (y que por su origen no puede casarse con ella), que muestra una personalidad compleja y sorprendente, que vive y viaja mientras escribe y que se apasiona por las escenas de su propia vida. Luego, entrega fragmentos de la correspondencia entre Karl y Sidonie, que podía ser leída por otros (la censura oficial y el espionaje de la familia de ella) y que, por tanto, está llena de claves y sobrentendidos. Pero, sobre todo, es una prueba de pasión amorosa, con esa cursilería que jamás avergüenza a los auténticos amantes. La segunda parte se compone de tres breves ensayos de Kovacsics sobre Kraus, que exhiben tanto el conocimiento del autor sobre su personaje como una singular y atractiva afinidad en la manera de leer el mundo.

Adan Kovacsics. Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2015. 251 páginas.

Comienzos (de las cartas de Chéjov a Olga)

De las cartas de Antón Pavlovich Chéjov a Olga Knipper-Chejova:

https://i0.wp.com/38.media.tumblr.com/tumblr_mc4clalSs91qzaf50.jpg¡Salud, mi dulce, mujer mía!:
Mi querida, mi buena, mi dulce:
¡Querida esposa mía, actrizuli, mi cachorra, salud!:
Mi cocodrilito, mi extraordinaria esposa:
¡Mi dulce, pájaro mío, te saludo!
Mi simpática esposa:
¡Olia, mi hociquito dulce, mi querida, te saludo!
¡Mi querida filósofa, alemanita mía, te saludo!
Mi alegría, mi dulce:
Mi alegría, mi palomita dulce, esposa mía:
¡Buen día, mi mujer bondadosa!
¡Buen día, mi perrita enfadada, mi cachorra feroz!
Mi dulce querida, mi perrita:
Mi dulce andrajosita, mi perrita:
Mi querida amiguita:
Mi querida barriguita:
Mi viejita querida:
¡Actrizuli, mi perrita querida, Fomka, buen día!
Mi perra querida:
Mi dulce, mi ser excepcional, mi perra querida:
Cachorra mía:
Abuelita mía:
Cachorro mío:
Mi esposa incomparable:
Mi querida niñita, mi mujer extraordinaria:
Mi cachorrita gris:
Mi dicha:
Mi dulzura extraordinaria:
¡Buen día, mi cachorra divina!
Mi dulce admirable, mi tontita:
Mi dulce querida, mi perrita caballuna:
¡Salud, mi dulce, mi pequeña mitad!:
Perrita mía sin cola:
Mi dulce, mi caballito:
¡Mi mujer excepcional, caballito hermoso, lisito, buen día!
Mi alegría:
¡Mi dulce, mi ser extraordinario, mi encanto, buen día!