Los accidentes

Reseña publicada en la revista «Sábado» del diario El Mercurio, 29 de junio de 2019

losaccidentes4435Actriz, dramaturga y cuentista, Camila Fabbri es una nueva e interesante voz en la siempre prolífica literatura argentina. Los accidentes es un libro desconcertante, compuesto de breves relatos donde se alternan jirones de sueños y pesados bloques de realidad, pero que sobre todo dejan en suspenso la idea de una narración lineal de estructura familiar. Fabbri explora con libertad y soltura –y una cierta desprolijidad, como lo dijo en una reciente entrevista- las posibilidades del relato. Hay historias de obsesiones, como la de Lautaro con las bombas, o la de Lorena con los planeadores y el estallido nuclear en el cielo de Hiroshima; hay relatos donde el agua desempeña un papel protagónico; por ejemplo, “Superficie celeste”, donde la frontera entre la superficie del agua y el cielo es tan borrosa como lo que se narra, la historia de una ausencia que deja atrás otra posibilidad más sombría y aterradora, la de un descuido fatal. El primer cuento recuerda a J.G. Ballard y su versión cinematográfica, Crash, a cargo de David Cronenberg. No es casual el vínculo porque relee precisamente el título del libro, Los accidentes, desde una lógica muy distinta. Hay otras líneas narrativas con hijos, hijas y, sobre todo, madres, o parejas, como los papás de María, en el cuento “Carretera plena”, de “espaldas longilíneas”, “y todo lo bello que tienen no fue heredado por María”. El paisaje es siempre vagamente familiar, en todo hay una reminiscencia de algo, pero tampoco el entorno entrega certezas reconocibles.

El protagonista de “Perros muertos”, un periodista deportivo enviado a cubrir a un equipo de provincia y sobre todo a un jugador sumamente talentoso, piensa en su situación en una desangelada pieza de un hotel: “estar convirtiéndome en escritor. Convertirme en un escritor durante un viaje, o algo parecido. Como si fuese una religión. Algo que tuviera que militar, o defender con un poco de delirio”. Esa tensión de la escritura como una religión, una militancia, que solo puede ser posible con una cuota de delirio, atraviesa el libro; aunque los relatos difuminen las líneas argumentales y den giros hacia otros abismos, hay también una cierta contención, la búsqueda de un cierre, el establecimiento de un punto final que, paradójicamente, suele no serlo. No se trata de finales abiertos, ni de historias que muestran lo que se vería en el fugaz tiempo de un relámpago, sino de la particular atmósfera y estructura quebrada de cuentos que parecen surgir de la nada para volver a ese mismo origen.

Camila Fabbri. Elefante, Santiago, 2019. 106 páginas.