Cosmética del enemigo

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 20 de junio de 2003

cosméticaAmélie Nothomb, mucho más que Michelle Houellebecq y su provocación posmoderna, es la gran noticia de la literatura escrita en francés, aunque ella sea de origen belga y haya nacido en Japón. Escribe una novela al año, generalmente breves (entre 100 y 150 páginas; Cosmética del enemigo tiene 96) y ha logrado, hasta el momento, responder al desafío de mantener la calidad de una propuesta que circula tanto por los terrenos de la autobiografía como por la imaginación pura. Tal es el caso de esta novela, que comienza como la peor y más vulgar pesadilla de un viajero frecuente: atrapado en un aeropuerto por el retraso de su vuelo, es literalmente asaltado por un pelmazo que lo obliga a escucharlo. Tal como el intruso lo señala, el oído es, en ese contexto, el más desprotegido de los cinco sentidos. Tocarlo sería ilegal, pero no lo es hablar, y hablar, y hablar, y confrontar a su víctima con una extravagante biografía que, poco a poco, toma un rumbo insospechado: el de la violación y el crimen. Jérôme Angust es el acosado y Textor Texel, el acosador. En una prueba más de su talento y versatilidad, la novela se sostiene sólo sobre la base del diálogo que mantienen, sin prácticamente otros personajes y con sólo dos intervenciones de un narrador, al inicio y al final de la novela. Diálogo ágil, saturado de ­­ ironías, de citas, de breves disquisiciones sobre la verdad, la mentira, la moral, la apariencia, la realidad, que enfrenta a personajes que, a primera vista, no pueden ser más disímiles. Pero lo más interesante es ­ el perverso juego que abre ­Nothomb con las identidades de ambos, y cómo la trama va dando sucesivos giros hasta desembocar en algo muy distinto de lo que parecía al comienzo. La cosmética es, según lo define Textor Texel, «la ciencia del orden universal, la suprema moral que determina el mundo», degradada por los esteticistas; y la «cosmética del enemigo» alude al personaje que cada quien alberga ­dentro de sí, aquel que en el plano interno, en la imaginación, en el sueño, se permite todo lo que las convenciones, las leyes, el buen gusto, el criterio, impiden realizar en este lado de la realidad; ese enemigo interno que recuerda todo lo vivido y todo lo leído, ese fantasma donde se dan la mano la memoria, los sueños, las pesadillas, las aversiones, los deseos ocultos, las aberraciones secretas, los deseos inconfesados. Angust y Texel son las dos caras de la medalla, y el proceso de descubrirlo es lo que produce la tensión narrativa en esta espléndida novela que, más allá de sus resonancias morales y sus historias de crímenes, maneja un sabio sentido del humor que la hace aún más extraña y, además, atractiva.

Amélie Nothomb. Anagrama, Barcelona, 2003. 96 páginas.

Viaje de invierno, Amélie Nothomb

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 23 de abril de 2011

Amélie Nothomb escribe novelas cortas, pero con frecuencia. Lo suyo no es, sin duda, la vasta construcción, la catedral narrativa, sino la miniatura bien trabajada, el rincón urbano que de repente sorprende por su originalidad y osadía. Y de esos rincones hay muchos en la ya amplia producción narrativa de Nothomb, unas 15 o 20 novelas, aunque siguen brillando más algunas ya clásicas como Estupor y temblores, Metafísica de los tubos o Cosmética del enemigo. En algunas de sus obras recientes, la autora belga criada en Japón ha escogido tópicos de la vida cotidiana mundial (u occidental, por lo menos), como la figura del sicario o la emergencia del género de los reality show. Acá vuelve a pulsar una cuerda similar, pero es apenas el punto de partida. Desde la primera página sabemos que el protagonista se propone derribar un avión, pero muy pronto la deriva narrativa fluye hacia territorios muy distintos de los previsibles: en realidad, no se trata, para nada, de un terrorista al uso ni de la reivindicación de causa alguna, sino del ejercicio del odio en su forma más pura y desasida; y, por tanto, el objeto del odio, el blanco de la destrucción, debe ser algo hermoso. “No existen ejemplos humanos de atentados contra la fealdad”, reflexiona el protagonista. “Lo extremadamente feo sólo suscita una indignación estéril. Sólo lo sublime monopoliza el ardor necesario para su degradación”.

Y el odio, por cierto, tiene su raíz, su origen, su fuerza invencible, en el sentimiento opuesto. Zoilo ama a la mujer más sublime del mundo que, sin embargo, lo trata con desprecio y burla; y si lo mejor del mundo es capaz de reaccionar así, ¿qué queda para el resto? Así que Zoilo trama su venganza apocalíptica mientras narra la historia de ese amor en páginas donde Nothomb recupera el brío, la agudeza y la rapidez de sus novelas más famosas, aquellas en donde retuerce la realidad tanto como los tópicos habituales para hacerlos renacer en una trama tan limpia y simple como desquiciada. La novela progresa a punta de frases como “los atentados sólo existen por el qué dirán y los medios de comunicación, ese cotilleo a escala planetaria” y contiene también, en abundancia, giros, reflexiones y nombres propios que resaltan más aún la capacidad de Nothomb para exprimir el lenguaje y sacarle chispas con humor, picardía y una saludable cuota de desesperación.

Amélie Nothomb. Anagrama, Barcelona, 2011. 119 páginas.