Bajo la piel

Reseña publicada en la revista Caras, junio de 2002

El tema del encuentro con el otro es un tópico consagrado en la literatura de ciencia ficción, que lo ha abordado de las más variadas maneras. Resulta sorprendente encontrarlo en una novela de la colección Panorama de Narrativas de Anagrama, que está muy lejos de dedicarse a este género de la literatura, con el añadido de que Bajo la piel es una obra notable que supera con mucho la etiqueta de la ciencia ficción.

Faber, holandés de nacimiento, creció en Australia, estudió literatura inglesa en la universidad de Melbourne y actualmente reside en Escocia, en cuyas carreteras transcurre buena parte de la novela. A bordo de un Toyota rojo, una chica joven, de grandes pechos, profundos escotes y una pinta rarísima, recorre las carreteras y recoge autostopistas. Pero no a cualquier autostopista: deben ser hombres, de aspecto saludable y fornidos. Y a los que cumplen estas condiciones, Isserley los somete a un cuidadoso interrogatorio. Si además son solitarios, el tipo de personas a las que nadie espera para abrirles la puerta, su suerte está echada. Pero Isserley no es, como puede pensar el lector, una depredadora sexual. Con mucha habilidad, Faber poco a poco va mostrando quién es realmente esa chica con el cuerpo lleno de cicatrices, extrañas manos que parecen de un cuerpo de más edad y ojos enormes protegidos por unos anteojos que los magnifican todavía más. Y se trata, ni más ni menos, que de una alienígena, parte de una acotada y comercial operación en este planeta.

Mejor dejar hasta aquí una trama que de manera pausada, pero inexorable, introduce al lector en una fábula pesadillesca singularmente atractiva. Lo más interesante de la novela es su análisis del encuentro con el otro. La ciencia ficción clásica supone, siempre, que las inteligencias se reconocen, aún a pesar de las diferencias físicas (que algunos autores exageran hasta el límite precisamente para reforzar esa tesis). Faber va a contrapelo de la tendencia, lo que abre paso a una muy interesante exploración de los límites de la humanidad. Y todo ello sin frases grandilocuentes, sino con un estilo seco, medido y absolutamente eficaz. De hecho, nada de este análisis aparece como tal en la novela, sino que se deduce de los diálogos y de los hechos que se narran. Y en el centro está Isserley, un personaje realmente fascinante, que vive a caballo entre dos mundos, atrapada por sus contradicciones y por las paradojas que enfrenta a cada momento.

Otro detalle que da mayor valor a la novela es que está escrita desde el punto de vista de Isserley, lo que afina la mirada crítica sobre los seres humanos. De paso, a pesar del progresivo horror que descubre la trama de la novela, tiene momentos sumamente humorísticos; es que la distancia del narrador y su sujeción a la mirada de Isserley –o de los alienígenas en general– abre espacio para explorar ya no sólo las paradojas existenciales, sino toda una gama de comportamientos humanos. Y esto dicho también en el sentido en que Isserley y sus compañeros de viaje entienden lo que es un ser humano, que pasa a ser otro tópico de la novela. La crítica inglesa inscribió esta novela en la tradición de las fábulas de Jonathan Swift y también en la de George Orwell y su Rebelión en la granja. Acertados nexos, que resaltan el carácter alegórico de Bajo la piel y las múltiples resonancias que despierta esta historia. Pero, en rigor, hay que decir que es, sobre todo, una excelente novela, que atrapa desde la primera línea y no decae jamás.

Michel Faber. Editorial Anagrama, Barcelona, 2002. 331 páginas.

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