s . Prototipo de la puntuación. Observa Garvinus que los sistemas de puntuación usados por los distintos pueblos que cultivan una literatura dependían originalmente de los hábitos sociales y la alimentación general de las moscas que infestaba los diversos países. Estos animalitos, que siempre se han caracterizado por su amistosa familiaridad con los autores, embellecen con mayor o menor generosidad, según sus hábitos corporales, los manuscritos que crecen bajo la pluma haciendo surgir el sentido de la obra por una especie de interpretación superior a, e independiente de, los poderes del escritor. Los «viejos maestros» de la literatura —es decir los escritores primitivos cuya obra es tan estimada por los escribas y críticos que usan luego el mismo idioma— jamás puntuaban, sino que escribían a vuelapluma sin esa interrupción del pensamiento que produce la puntuación. (Lo mismo observamos en los niños de hoy, lo que constituye una notable y hermosa aplicación de la ley según la cual la infancia de los individuos reproduce los métodos y estadios de desarrollo que caracterizan a la infancia de las razas). Los modernos investigadores, con sus instrumentos ópticos y ensayos químicos, han descubierto que toda la puntuación de esos antiguos escritos ha sido insertada por la ingeniosa y servicial colaboradora de los escritores, la mosca doméstica o Musca maledicta. Al transcribir esos viejos manuscritos, ya sea para apropiarse de las obras o para preservar lo que naturalmente consideran como revelaciones divinas, los literatos posteriores copian reverente y minuciosamente todas las marcas que encuentran en los papiros y pergaminos, y de ese modo la lucidez del pensamiento y el valor general de la obra se ven milagrosamente realzados. Los autores contemporáneos de los copistas, por supuesto, aprovechan esas marcas para su propia creación, y con la ayuda que les prestan las moscas de su propia casa, a menudo rivalizan y hasta superan las viejas composiciones, por lo menos en lo que atañe a la puntuación, que no es una gloria desdeñable. Para comprender plenamente los importantes servicios que la mosca presta a la literatura, basta dejar un página de cualquier novelista popular junto a un platito con crema y melaza, en una habitación soleada, y observar cómo el ingenio se hace más brillante y el estilo más refinado, en proporción directa al tiempo de exposición.
Ambrose Bierce. Diccionario del Diablo. Editorial Cepe, Buenos Aires, 1972. Traducción de Rodolfo Walsh.