Reseña publicada en la revista Sábado del diario El Mercurio, 27 de agosto de 2016
Una pareja –Eduardoylila o Lilayeduardo- regresa a Buenos Aires a mediados de los ochenta, tras veinte años de peregrinaje por diferentes latitudes. “La nostalgia es otra forma del deseo”, dice el narrador, que comienza hablando desde un lugar externo —el observador, el voyeur— que mira hacia esa pareja, aunque es parte de ella. Lo que pasa, dice, en el mismo inicio de la novela, es que, para mantener el calor en el iglú, se precisan huéspedes, y que, para que se generen altas temperaturas, “el fuego precisa al menos tres órganos: la pija de él, la concha de ella, mis ojos”. Esa manera de situarse fuera y dentro a la vez marca todo el relato. La novela, escrita a fines de los ochenta, trata de reconstruir la historia de Lila y Eduardo desde esa alternancia de miradas; aunque el yo —el yo de Eduardo— pase a ser el dominante, hay siempre un intento de mantener la distancia y al mismo tiempo involucrarse en el relato de cómo dos personas, enarbolando las máximas y prácticas de los antipsiquiatras R.D. Laing y David Cooper, así como de las huellas de Wilhelm Reich, muy de moda en los tumultuosos sesentas, intentan construir una relación abierta que explora el sexo de a tres, de a cuatro, del recurso a los amantes, del voyeurismo, de la conversación franca sobre las relaciones del otro con otros, que hasta tocan cuestiones prácticas: cuando Lila va con su amante a un hotel caro, él le pregunta si pagaron a medias, porque,“después de todo, compartíamos las cuentas”.
“Entre John Lennon y el Martín Fierro íbamos construyendo nuestra filosofía de cama, útil para las grandes masas opiadas por la monogamia”, dice el narrador, mientras tratan de hilar un discurso contra la pareja como un espacio de asfixia, un ataúd compartido. La novela de Baigorria es revulsiva y potente, una exploración que tiene momentos hilarantes —el análisis comparado de las poesías del amante de Lila y las que Eduardo escribió, por ejemplo— y otros llenos de ese drama que bordea la cursilería, el rencor profundo y la estética del culebrón. Al leerla, se entiende por qué Caja Negra. editorial más dedicada al ensayo, rescató este texto: hay mucho para discutir acá, a partir de una lectura de la pareja, el sexo y el erotismo en una época en que el sida cambiaba las pautas de encuentro y parecía señalar un retorno al conservadurismo o, como propone una de las mujeres del libro, a la desgenitalización del amor, momentos antes de sumergirse en un trío nada de protegido. Una novela de un poder revulsivo que sin duda merece su rescate y su lectura.
Osvaldo Baigorria. Caja Negra, Buenos Aires, 2015. 142 páginas.