Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 21 de enero de 2006
En una novela anterior, El mal de Montano, Enrique Vila-Matas enunció, a su modo irónico y distanciado respecto de su obra, el rasgo que cada vez más la distingue como una de las más singulares y originales del panorama narrativo de la Europa contemporánea: quien escribe en sus obras -Montano, Pasavento, Vila-Matas- está enfermo de literatura, invadido por la literatura, poseído por la literatura. Doctor Pasavento extrema la tendencia a fundir en un solo género la novela, el ensayo y la autobiografía, aunque esta última sea, sobre todo, la reconstrucción morosa de un itinerario de lecturas y de encuentros literarios. Escritores vivos y muertos, libros publicados y libros imaginados, devienen en personajes que el narrador incorpora en la trama y que desempeñan un papel fundamental en el avance de su proyecto, una interrogación amplia, lúdica y tremendamente seria a la vez, sobre el lugar del escritor en el mundo.
Si en Bartleby y compañía el autor exploraba el silencio, el gesto de dejar de escribir (o de no haber empezado nunca a hacerlo), en Doctor Pasavento indaga sobre la voluntad de desaparecer, ya sea en la escritura o desde la escritura. En ambos casos se trata de recuperar una biografía borrada o suplantada por la escritura, siguiendo, por ejemplo, el caso de Martín Walser, el escritor de entreguerras que desempeña, en esta novela, un papel central. Walser, al ingresar a un manicomio, «se desprendió del agobio de una identidad contundente de escritor, sustituyéndolo todo por una feliz identidad de anónimo paseante en la nieve». Pasavento aprovecha un curioso intento de suplantación para intentar a su vez desaparecer, adoptar otra identidad, pero el camino que inicia lo devuelve, una vez más, al ancho campo de la literatura, y el psiquiatra convertido en escritor no puede menos que citar a Vila-Matas: «Siempre quise ser escritor para explicar que, aunque no entendamos nada, la literatura le da sentido a todo». Y en esa aparente contradicción se esconde o se ofrece una clave más para entender al autor de una obra siempre consciente de sí misma, que amplía la ficción hacia ámbitos nuevos, propios, por ejemplo, de la filosofía, pero sin pretensiones totalizadoras y rescatada de la mera especulación por un firme sentido del ritmo literario, por el humor y la distancia, por el genio perverso de un escritor capaz de ver el otro lado del espejo.
Enrique Vila-Matas. Editorial Anagrama, Barcelona, 2005. 389 páginas.