Juan Luis Martínez: el doble, el otro, el mismo

La nueva novelaGeneral Salvo o General Bari, no me acuerdo. Una de esas callecitas de nombres militares que serpentean entre José Miguel Infante y Salvador, en Providencia. Ahí estaban las primeras oficinas de la revista APSI, hasta mediados de los 80. Y ahí conversábamos colaboradores y amigos en alguna especie de sobremesa, cuando la periodista Claudia Donoso me mostró un ejemplar de La nueva novela de Juan Luis Martinez. Ella, un alma generosa, debe haber visto quizás qué en mi cara cuando hojeaba el libro, así que, en un gesto arrebatado, me dijo: «¿sabís qué? Te lo regalo». Tenía dos. Me regaló uno. Claudia, qué gran regalo. En ese mundo pre internet y clausurado por la dictadura, la posibilidad de exponerse a ese tipo de estímulos era privilegio de las élites artísticas y culturales (y bueno, de ahí éramos, de ahí somos, para qué decir una cosa por otra). Ahora es lo mismo, pero con más transacciones comerciales de por medio. Ese libro -que tiene elementos incorporados a mano, como anzuelos, por ejemplo- nunca ha sido reeditado. Hoy se vende por al menos 300 dólares el ejemplar; y cada vez que se vende uno, sube de precio. Pero no quiero adelantarme a lo que viene.

En 2003 apareció otro libro de Martínez, que celebramos con bombos, platillos, castañuelas, cascabeles y aplausos. Lo leímos, los martínezfans, lo gozamos, lo reseñamos. Y se abrió una trama que está lejos de desanudarse. Va la reseña que escribí en 2003 en «El Sábado» (no logré encontrar la fecha exacta) y, luego, la apertura de la Caja de Pandora, el artículo que Pedro Pablo Guerrero publicó en El Mercurio en 2014, juego de espejos enfrentados, donde la imagen del que se mira se multiplica hasta el infinito.

Poemas del otro

Juan Luis Martínez tiene una presencia notable en el ya hiperpoblado panorama de la poesía chilena, con muy pocas obras a su haber. De hecho, antes de su prematura muerte (1993, a los cincuenta años, de infarto) había publicado sólo un libro (La nueva novela, 1977; hay una reedición de 1985) y un curioso artefacto, La poesía chilena (1978), una caja que contiene una bolsa de tierra, postales con la bandera chilena y copias de los certificados de defunción de Vicente Huidobro, Gabriela Mistral y Pablo Neruda (ambos están disponibles en algunas librerías, pero a precios prohibitivos).

Martínez es, entonces, más un enigma que un referente, o es esto último de manera distinta, según se conozcan sus obras o su leyenda. Poemas del otro viene a salvar, en parte, la distancia entre el lector de poesía y la obra de este poeta, que cultivó un anonimato tan firme como las restricciones que puso a la circulación de su obra editada. Y vale la pena conocerlo, sobre todo porque posee una voz propia y distinta, separada por completo de las grandes vertientes de la poesía chilena. Poesía intelectual, metafísica, reflexiva, matemática, física, lógica; burlesca y satírica también, pero en esos planos (por ejemplo, en La nueva novela: “a través de su canto los pájaros/comunican una comunicación/en la que dicen que no dicen nada”). Claro que citar de manera breve a Martínez puede inducir a todo tipo de equívocos, porque se trata, sobre todo, de un poeta que sabe lo que quiere decir y que maneja todos los recursos que le brinda el arte de la palabra.

Poemas del otroLo curioso de Poemas del otro es que recoge otra veta de su creación, insospechada si se piensa en sus otros textos. Se trata de poemas de intenso lirismo, pero que también incorporan el mundo de referencias que los enriquece y proyecta hacia una mayor amplitud de significados. Poesía que se enuncia desde el yo prácticamente ausente en su libro mayor, un yo que sufre, que se pregunta, que se hunde en la materialidad del sexo y, a la vez, lo trasciende en nombre de las preguntas de siempre: “Yo soy mi sexo en el espacio abolido: penetrarte hasta el estallido/no sería ya vivir: esa línea de sombra entre tus muslos/es el inasible vuelo de la verdad”. Poemas, en fin, magistrales, que quedan resonando en la memoria y que exigen más de una lectura, por su extrañeza, por su fuerza, por su calidad, por su inquietante carácter.

Completan el libro dos secciones: la primera se compone de ocho poemas aparecidos en diversas publicaciones, más cercanos a sus inquietudes metafísicas. Entre ellos está un notable homenaje al filósofo Patricio Marchant. La segunda es una recopilación de las pocas entrevistas que aceptó. Así se completa, por ahora, el mapa Martínez. Ojalá alguna vez se reedite La nueva novela en un formato accesible para todos: así la leyenda podrá anclarse mejor.

El Sábado, algún día de 2003

………

Nuevo libro Importante hallazgo. Juan Luis Martínez y su doble
Pedro Pablo Guerrero
El
Mercurio, 20 de julio de 2014
En el ensayo que publicará dentro de unos días, un investigador estadounidense asegura que la primera parte del libro póstumo Poemas del otro no corresponde a textos escritos por el autor viñamarino. Le dio un ataque de risa. Esta fue la reacción del escritor y académico Marcelo Rioseco cuando en enero de este año, después de asistir a la conferencia anual del MLA (Modern Language Association) en Chicago, el profesor Scott Weintraub, de la University of New Hampshire, le contó que los primeros 17 textos de Poemas del otro (2003) no eran de Juan Luis Martínez, sino de un autor suizo-catalán del mismo nombre. Bueno, casi. El apellido de su homónimo no lleva acento y los poemas traducidos por el chileno desde el libro Le Silence et sa brisure, que Éditions Saint-Germain-des-Prés publicó en París el año 1976, tienen mínimas variantes.

Scott Weintraub (Nueva York, 1979) estudia a Martínez desde hace seis años. Mientras revisaba su tesis doctoral y editaba un libro sobre Vicente Huidobro, sostuvo largas conversaciones con el poeta chileno Luis Correa-Díaz, profesor de la University of Georgia, quien le regaló un ejemplar de La nueva novela correspondiente a la edición facsimilar de 1985. «Al enfrentarme con la radicalidad de ese libro perdí interés en la tesis inmediatamente y supe que tendría que escribir otro libro dedicado exclusivamente a la obra de Martínez», recuerda.

brisureA fines de este año, Bucknell University Press publicará en Estados Unidos el resultado de esa investigación: Juan Luis Martínez’s Philosophical Poetics . El ensayo constituye el primer trabajo profundo en inglés sobre la obra del poeta chileno. Su hipótesis, dice Weintraub, es que «a través de su engagement con una variedad de conceptos esotéricos -tales como la lógica patafísica y la combinatoria del grupo Oulipo , la física cuántica y la cosmología, la matemática del infinito, el I Ching , las vanguardias históricas y el nonsense verse -, Martínez crea un sistema riguroso de apropiación, desaparición y borradura que es una poética filosófica además de ser una filosofía poética».

La prueba concluyente de esta búsqueda de la anonimia provino de un hallazgo. En octubre del año pasado, Weintraub estaba revisando el capítulo correspondiente a Poemas del otro (Ediciones UDP) cuando en una base de datos de la biblioteca encontró libros de tres autores llamados Juan Luis Martínez: el chileno; un novelista español y profesor de zoología en la Universidad de Oviedo, y el poeta suizo-catalán Juan Luis Martinez. Consiguió la obra de este último, Le Silence et sa brisure (El Silencio y su trizadura), mediante un préstamo interbibliotecario. «Casi me morí de risa al darme cuenta de que era idéntico a la primera sección de Poemas del otro. Los textos incluso aparecen en el mismo orden», recuerda.

Un dudoso Juan Luis Martínez lírico

¿Pero cómo había llegado ese libro a manos de Martínez? Weintraub dio con la respuesta gracias a otro libro póstumo del autor, editado con ocasión de los veinte años de su muerte, por iniciativa de su viuda, Eliana, y del galerista chileno Pedro Montes. En El poeta anónimo (o el eterno presente de Juan Luis Martínez) , publicado en 2012 por la editorial brasileña Cosac & Naify, Weintraub reparó en dos imágenes insertas por Martínez en la mitad exacta del libro, bajo el subtítulo «La Ausencia de Autor». La primera es una copia de la reseña en francés de Le Silence et sa brisure mientras que la segunda reproduce la ficha, sin anotaciones de préstamo, de un ejemplar perteneciente a la biblioteca del Instituto Chileno-Francés de Valparaíso, hoy desaparecido. Martínez fue quizás el primer y único lector chileno de su «doble» suizo-catalán.

En La última broma de Juan Luis Martínez: No sólo ser otro sino escribir la obra de otro (Cuarto Propio), Weintraub postula que el chileno tradujo un poemario escrito por un autor con su mismo nombre y lo hizo pasar como suyo sin que nadie se diera cuenta durante más de diez años. Hasta se dio el gusto de enviar poemas a diarios y revistas. El más conocido, «Quién soy yo», incluso fue leído por Martínez como autopresentación en París durante el encuentro «Les Belles Étrangères», realizado en La Sorbonne en abril de 1992.

La primera estrofa dice: «Espero que la sombra me separe del día / y que fuera del tiempo, bajo un cielo sin techo / la noche me acoja donde mejor sé morir».

En 2003, Cristóbal Joannon, editor del primer libro póstumo de Martínez, escribió en el prólogo: » Poemas del otro es poesía lírica. Si se compara con La nueva novela , difícilmente podría inferirse que Juan Luis Martínez es el autor de ambos libros. Esa era la idea: que hablara un otro, un personaje del todo distinto». Y tenía razón, pero no podía saber hasta qué punto. La crítica quedó fascinada. Juan Luis Martínez parecía revelar «otra veta de su creación, insospechada» (Rodrigo Pinto). Sin embargo, nadie prestó mayor atención a otro texto de Poemas del otro, incluido en la sección «Poemas dispersos», titulado «No sólo ser otro sino escribir la obra de otro», escrito -esta vez sí- por Martínez. El hablante poético habla en él de «La gran impostura / el gran impostor / desvelado / nunca develado», capaz de «Decir versos / que fueron del otro» y que pide: «Construye tu no-yo: / su ausencia: la tuya».

Como señala Rioseco en el prólogo al libro de Weintraub, en sus entrevistas «Martínez siempre dijo que los poemas los había escrito ‘el otro’. Me inclinaría a pensar que cuando dijo esto, estaba hablando en serio».

Sin embargo, hay que hacer ciertas consideraciones. «Con la información disponible antes de la publicación de El poeta anónimo (o el eterno presente de Juan Luis Martínez) era muy difícil averiguar la fuente verdadera de Poemas del otro . Así que preferiría ser generoso con la edición a cargo de Joannon, que me facilitó el camino para destapar este enigma martiniano y luego resaltar la genialidad de Martínez en mi ensayo. Todo lector de Martínez ha caído en sus trampas y aporías; es parte del gran juego interminable de su obra», dice Weintraub.

Cristóbal Joannon confirma su desconocimiento de que Poemas del otro era la traducción de otro libro. «Qué curioso. Igual me hace total sentido que Juan Luis Martínez se apropie de textos ajenos. No sería nuevo. Calza con su forma de ver el desdoblamiento y la anonimia. Claramente no es un plagio. En la entrevista con Guattari le dice que, en el fondo, no hay autoría». Y va más allá: «En la sección ‘Poemas dispersos’ de Poemas del otro descubrí que ‘No eres nada sin mí a pesar de mi mala memoria’ es una versión en verso de una prosa de Borges y he encontrado en La nueva novela un montón de citas de otros textos, en algunos casos de autores muy desconocidos de los 70. Por lo demás, cuando Martínez difundió sus poemas inéditos no dijo que fueran suyos sino del libro El Silencio y su trizadura . No sé si es una broma, porque una broma presupone una autoría. Hay más bien un juego de espejos y heterónimos».

Lo que a Joannon le parece sorprendente es que exista un poeta con el mismo nombre.

Martínez, insiste Marcelo Rioseco, «fue armando la broma durante años», como el scriptor ludens que era, según lo denomina en su ensayo Maquinarias deconstructivas. Poesía y juego en Juan Luis Martínez, Diego Maquieira y Rodrigo Lira (Cuarto Propio, 2013).

Weintraub, en efecto, considera la traducción del libro un «deslumbrante chiste del afterlife poético de Martínez», diseñado para seguir funcionando post mortem , en fases que incluían la publicación de traducciones no atribuidas ni autorizadas por él.

«Como bien sabemos -dice el autor de La última broma de Juan Luis Martínez -, cuando murió Kafka, Max Brod salvó las obras del maestro. Desobedeció a Kafka pero se justificó diciendo algo como: ‘Franz debería haber elegido a otro si hubiera estado absolutamente decidido a que se quemara todo’. Me imagino, pero no se lo he preguntado a Eliana todavía, que Juan Luis contaba con la voluntad de su viuda para ser ‘la memoria viva’ de su legado poético, tal como ella me lo expresó una vez, además de anticipar la curiosidad intelectual de sus críticos».

En el caso de Martínez es también una cuestión de herencia y de violencia , asegura el profesor estadounidense, quien recuerda que en La poesía chilena (1978) Martínez escribió: «Existe la prohibición de cruzar una línea que sólo es imaginaria. / (La última posibilidad de franquear ese límite se concretaría mediante la violencia): / Ya en ese límite, mi padre muerto me entrega estos papeles».

Martínez, como un genio del crimen, habría dejado pistas que permitieron descubrir su «robo» sin menoscabar la «originalidad» de su obra, que consistía precisamente en despreciar ese atributo. Según Weintraub, el autor enriquece su radical proyecto poético con un remate póstumo sublime: «ser aún más Martínez en los textos escritos por otro (Martinez)».

El fantasmal poeta suizo-catalán

juan luis.jpg¿Pero quién es el otro Juan Luis Martinez? La reseña que su homónimo chileno incluye en El poeta anónimo -tomada de una fuente desconocida- solo dice que nació en Palamós, Cataluña, en 1953, y que desde 1957 vive en Suiza cuando no está recorriendo otros países. Indica que su primera colección de poemas, Un homme est seul avec sa tête, se publicó en Ginebra el año 1973. Después de Le Silence et sa brisure, sacó cuatro libros de poemas en Suiza. Uno de ellos, Traité des nuits blanches, recibió en 1984 el Premio de literatura de la Sociedad Ginebrina de Escritores. En la contraportada dice que el poeta tuvo una educación autodidacta en bibliotecas y viajes alrededor del mundo. Weintraub advierte que a partir de ese libro, editado en 1986, Martinez dejó de usar su segundo nombre, Luis. El autor escribió, además, los guiones de dos libros de cómic ilustrados por Daniel Ceppi : L’ombre de Jaïpur (1981) y Les aventures de Natrix (1993). Desde entonces no figuran en ninguna base de datos nuevas publicaciones de Juan Martinez. 1993 es el mismo año en que muere el poeta chileno…

¿No será el doble suizo-catalán otra invención de Martínez y Le Silence et sa brisure un libro suyo escrito en francés y enviado a un chileno residente en París a mediados de los años 70 para gestionar su publicación?

«Aunque no es imposible este escenario, es poco probable», responde Weintraub. «He leído casi todos los libros publicados bajo el nombre de Juan Luis Martinez y dudo que el francés del poeta chileno fuera suficientemente bueno para escribirlos. El mismo Joannon observó en las notas de Poemas del otro que durante la conversación entre Martínez y Guattari, en 1991, ‘Guadalupe Santa Cruz ofició como traductora’. En los trabajos colaborativos entre Martinez y Daniel Ceppi, no creo que el chileno estuviera al nivel para escribir con alguien como él, y menos a larga distancia. La primera edición de L’ombre de Jaïpur incluye en su contraportada una foto de Juan Martinez. Es verdad que podría ser de cualquiera, otra máscara de Juan Luis Martínez, pero se ve claramente que no es el chileno».

Tanto Weintraub como El Mercurio se han comunicado con las editoriales que publicaron las obras de Juan Martinez sin conseguir datos sobre su paradero. «Hace mucho tiempo que no tenemos contacto con el señor Martinez», respondió Michel Moret, de Editions de L’Aire, sello que publicó sus cuatro poemarios entre 1986 y 1991. El editor suizo da la dirección y el teléfono que Martinez tenía en Ginebra, pero ya no corresponden. Aconseja dirigirnos al Comité Internacional de la Cruz Roja, «donde él trabajó», pero tampoco obtuvimos respuesta. ¿Existe realmente Juan Luis Martinez o es otro fantasma creado por Martínez? El enigma sigue abierto.

Larga tradición de apropiacionesLa literatura chilena tiene una larga lista de traducciones no atribuidas. Algunas son derechamente plagios, pero otras son juegos o errores que cometen los editores tras la muerte del autor. El caso de plagio más conocido es el de Enrique Molina Ventura, el célebre Chico Molina, que cautivó a sus oyentes -Luis Oyarzún, Roberto Humeres, Enrique Lihn- con la lectura de un capítulo de la novela que estaba escribiendo hasta que lo descubrieron: se trataba de una traducción suya de El lobo estepario, de Hermann Hesse, según cuenta Lihn.

«El poeta Eduardo Molina Ventura concibió muchos libros, pero lo cierto es que no publicó ninguno», escribió su amigo Miguel Ruiz, editor de Eduardo Molina. Un poeta mítico (Platero, 1996), la única antología de sus poemas. Se realizó póstumamente a partir de manuscritos casi ilegibles en los que el poeta no diferenciaba sus versos de los que copiaba de otros autores. De hecho, Ruiz encontró un poema titulado «Hippy» que reconoció como una traducción de «Clown», de Henri Michaux.

Gran amigo del Chico Molina, Jorge Teillier hizo circular el poema «Invoco un nombre: Pablo», escrito el 23 de septiembre de 1979, en el sexto aniversario de la muerte de Neruda. Se lo envió incluso al poeta peruano Juan Cristóbal, quien lo difundió en una plaquette el año 1996. Una década más tarde, el poeta chileno Álvaro Ruiz lo publicó como un inédito de Teillier en Correspondencia con Juan Cristóbal (Ediciones Clásicos del Pacífico, Lima, 2006). Según Ruiz, el poeta de Lautaro «nunca permitió que se publicara por razones de seguridad». En realidad, no lo autorizó por la simple razón de que no era suyo, sino de su amigo Enrique Valdés.

Los malentendidos continuaron tras la muerte de Teillier. Cuando Fondo de Cultura Económica publicó la recopilación de inéditos En el mudo corazón del bosque (1997), los editores atribuyeron el poema «Nostalgia de la Tierra» al autor lautarino, pero era una traducción que había hecho de «Le Regret de la Terre», de Jules Supervielle. El mismo poema se incluyó y hasta dio su título a la antología crítica Nostalgia de la Tierra, de Jorge Teillier (Cátedra, 2013).

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