Lanza internacional

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 4 de abril de 2005

lanzainternacionalcoverEl novelista y biógrafo de Allende Eduardo Labarca vivió buena parte de su exilio en Moscú, pero luego se trasladó a Viena, donde vivió hasta bien entrada la década pasada. Allí, y en sus viajes por Europa, tuvo la oportunidad de observar en acción y de leer sobre los lanzas chilenos, habilísimos en liberar bolsillos y carteras de billeteras, chaucheras, monederos y todo tipo de recipientes susceptibles de guardar valores. Su siempre despierta curiosidad lo llevó a investigar ese mundo. De ahí surgió una novela de corte clásico que sigue las aventuras del Flecha, nacido con un ojo claro y otro oscuro en la población Santa Estela, en familia de delincuentes orgullosos de su oficio y de sus tradiciones. Pero el Flecha quiere algo más que ser el más rico de la población. Algo más que vivir entre la casa y la cana. Algo más que pavonearse entre sus iguales. La novela -que abusa un poco de la reiteración de la escena en que el Flecha vuelve a Santiago y sufre La Pálida, es decir, la terrible sensación de haber sido descubierto, sin que el enigma se resuelva hasta muy adelante- sigue su aprendizaje y el crecimiento paralelo de su fama en la prensa policial: desde el tirón de collares hasta la especialización extrema en arrebatar billeteras, el paso por el matrimonio y la cárcel donde las cicatrices lo consagran como un auténtico choro, hasta su éxito como lanza en las calles, plazas y el metro de París.

Labarca recrea una época -las décadas que van de los años cincuenta a los ochenta-, y en ese sentido es una interesante mirada sobre cómo se percibió el golpe (el Flecha andaba por el fin de la adolescencia) en los sectores populares, así como la vida cotidiana con toque de queda, controles vehiculares y enfrentamientos con la policía; y también, aunque menos desarrollado, cómo fue la relación entre choros y exiliados en las ciudades europeas. Labarca usa bien el sarcasmo cuando toca las teclas de la política, un mundo que conoció muy de cerca, mucho más que el de los lanzas. Y asimismo trabaja con cuidado y habilidad la recreación del habla popular en aquellos tiempos; uno podrá preguntarse si «pasar piola» es más moderno o desde cuándo la palabra «cuico» reemplazó a «pije», pero en general hay soltura y habilidad en el desarrollo de esa manera de expresarse, con picardía y viejos chilenismos, así como en la recreación del lenguaje de la prensa policial, con toques de Puro Chile, Clarín y La Cuarta, que aporta humor y distancia al tramado de la novela.

Eduardo Labarca. Catalonia, Santiago, 2014. 271 páginas.

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