Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 4 de enero de 2014
Es el cuarto libro de Alejandro Zambra en el género narrativo. Es también el más largo que ha publicado, y el primero en que aborda el relato breve. Y con razón -aunque haya aparecido hace pocas semanas- ha sido destacado como uno de los libros del año por diversos críticos y medios. En realidad, cada nuevo libro del autor confirma lo que se sabe, que es el narrador más destacado de su generación (y de las que siguen), por su habilidad para entretejer historias que, especialmente en este, difuminan la frontera entre la biografía y la ficción y que, a la vez, logran establecer un retrato tan fiel de la sociabilidad chilena contemporánea. Hay dos tipos de cuentos en Mis documentos: aquellos narrados en primera persona, que evidentemente tienen más arraigo en la biografía del autor, y aquellos en donde un narrador en tercera persona expone fragmentos de otras vidas. Los autobiográficos -por decirlo de alguna manera: nunca se trata solo o en primer lugar de apelar a la memoria, sino de construir una historia que la devela- muestran alguna continuidad con su obra previa, Formas de volver a casa, y hay tres especialmente destacados: la humanidad, ternura y nostalgia («una nostalgia frívola y quejumbrosa», se lee en algún relato, aunque en realidad los adjetivos sean, aplicados al libro, una suerte de ironía) con que está construido «Camilo», y el rencor inmisericorde -aunque también, de alguna manera, nostálgico- que atraviesa «Instituto Nacional», donde largos fragmentos repiten la fórmula que creó Joe Brainard y continuó Georges Perec: «me acuerdo». El tercero, «Yo fumaba muy bien», celebra el cigarrillo (o el cigarro, como se suele decir en Chile) como una manera de mirar el mundo, de instalarse en la realidad, aunque cuente las historia de cómo lo dejó (aunque haya sido a la manera de Svevo, donde el último cigarrillo es siempre el primero de los últimos cigarrillos de la vida). Los otros, los fragmentos de otras vidas, suelen abordar otro tópico en la narrativa de Zambra, la dificultad para establecer relaciones amorosas duraderas («era a todas luces un hombre normal, porque se había casado, había tenido un hijo, había vivido y aguantado unos años en familia y después, como hacen todos los hombres normales, se había separado»), con indiscutible y enorme talento para situar la mirada en la fragilidad y precariedad del encuentro con un otro, en esos pozos abisales de donde nacen tanto la calentura como el hastío, el amor y la rabia.
Alejandro Zambra. Anagrama, Santiago, 2013. 205 páginas.