Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 25 de octubre de 2008
Michael Chabon, escritor estadounidense de ascendencia judía, es uno de los escritores jóvenes (relativamente hablando, claro: nació en 1963) más talentosos y de registro más variado en el panorama de la narrativa contemporánea en inglés. Sus primeras novelas en español aparecieron en Anagrama, pero a partir de la premiada Las exitosas aventuras de Kavalier y Kley, ganadora del premio Pulitzer en 2001, son editadas por Mondadori, que además está reciclando los títulos Anagrama en su colección Debolsillo.
Chabon es un gran contador de historias. Más o menos logradas, sus novelas atrapan en virtud de la pericia para proponer una trama atractiva y movediza que se ciñe a cánones clásicos. En el caso de esta novela, la estructura está dada por la novela negra, pero bajo una premisa que viene más bien de la ciencia ficción, la distopía. El mundo ficticio que propone Chabon comenzó a distanciarse del presente en los inicios de la Segunda Guerra Mundial y marca el quiebre más profundo en 1948, con la derrota y la consiguiente desaparición del Estado de Israel. Los judíos de todo el mundo confluyen entonces hacia una perdida franja costera en el Estado de Alaska, que tiene, sin embargo, un estatuto provisorio: no es la Tierra Prometida ni es tampoco un refugio que se proyecte con seguridad en el tiempo. La novela se abre en los días en que el Estatuto que los acoge está amenazado por su inminente revocación, que lanzará nuevamente a los judíos a la diáspora. Este registro podría parecer lejanamente similar a otro ejemplo reciente de distopía, también de un escritor judío estadounidense, Philip Roth: La conjura de América, que trabaja sobre la premisa del triunfo del derechista Charles Lindbergh sobre Franklin Delano Roosevelt en las elecciones presidenciales de 1940. Pero ambas novelas están muy lejos en el tono y el alcance; la novela de Roth es más política y es una suerte de lectura en clave del conservadurismo compasivo; la de Chabon es mucho más lúdica y sus proyecciones son a la vez más universales y más abiertas a la especulación.
Chabon es, además, un magnífico creador de ambientes y de personajes. Sitka y las ciudades aledañas exhalan un impresionante aire de realidad y el protagonista, el detective Meyer Landsman, es un anti héroe de factura clásica en la estela de los grandes de la novela negra, un perdedor innato que a pesar de ello no pierde ni el humor ni esa nobleza característica de quienes buscan, contra viento y marea, que se cumpla la justicia o una cierta justicia, al menos, no necesariamente la que dictan las leyes. Y la historia que teje Landsman, investigando un crimen que parece común y corriente, pero que en realidad tiene ramificaciones muy complejas que tocan el destino de toda la comunidad judía en Alaska, es simplemente apasionante, por lo entretenida, por lo bien armada y por los distintos niveles que pone en juego la narración.
Mondadori, Barcelona, 2008. 428 páginas.