El sur

Reseña publicada en la revista El Sábado del diario El Mercurio, primero de diciembre de 2012

¿Dónde comienza el otro Chile, aquel que no es la ciudad capital, ese que solemos designar, con algo de sorna, como el «Chile profundo»? Hay quienes dicen que en la vereda sur de la Alameda o, ahora que se está poblando de torres de departamentos, al sur de Avenida Matta. No es una mala metáfora por las radicales diferencias entre maneras de vivir la ciudad, el-surpero sin duda hay rincones mucho más ignotos, pueblos como Puerto Saavedra o Huiscapi, donde realmente la vida fluye por cauces que difícilmente ingresan en nuestro imaginario colectivo. Pueblos aislados -más antes que ahora, claro-donde vivió su infancia y su adolescencia el autor de estos relatos, con el interludio semanal del internado en el Liceo de Temuco. Tiempos vitales donde la estufa a leña crujía y la banda sonora eran las canciones románticas que sonaban en un par de radios y un solo canal de televisión, tiempos en donde el hambre mordía de verdad y los libros eran artículos de extrema rareza. Ese ritmo cansino, a ratos agobiante, a ratos simplemente aburrido y lento como el paso de las horas mientras afuera llueve tan intensamente que es imposible salir, es el que recoge Daniel Villalobos en este volumen de cuentos abiertamente biográficos que repasan los hitos y sobre todo las continuidades -la pobreza, la cultura, los libros, el cine, el olvido, la política y muchos otros- en rincones extraviados de la geografía y también en la metrópolis correspondiente, la gran ciudad, sólo que en este caso se trata de Temuco y no de Santiago. Es una mirada muy interesante, por el hálito de desolación y el hambre de sobrevivencia que exhibe Villalobos en su recorrido por la memoria. Sin aspavientos y lejos de la autocompasión, el autor recrea estampas que muestran con rara intensidad el tedio, la monotonía y el lujo de la novedad en pueblos cerrados e historias clausuradas por la lejanía y el aislamiento, donde hasta el teléfono fijo era una rareza y la vida vecinal incorporaba los componentes clásicos de la envidia, la maledicencia y la solidaridad ante la desgracia. Villalobos agrega otros ingredientes a la sopa: familia canuta, padre carabinero y lector del Marqués de Sade, madre lectora de las selecciones del Reader Digest, una tele con la pantalla quemada donde el audio de las series era objeto de sesudas interpretaciones. Una vida en el Chile profundo. 

Daniel Villalobos. Los Libros que Leo, Santiago, 2012. 92 páginas.

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