Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 26 de junio de 2010
Desde hace unos años, Umberto Eco se ha dedicado a cultivar una peculiar manera de enfrentar la historia de la cultura. Antes lo intentó con novelas como El nombre de la rosa o El péndulo de Foucault, o ensayos como La búsqueda de la lengua perfecta; pero en sus últimos libros ha preferido definir un punto de vista y seguirlo con libertad (lo que no está reñido, por cierto, con el rigor), vocación divulgadora y abundante acopio de información. El resultado son textos modulares que permiten al lector una aproximación también más libre a la obra, que puede ser hojeada o leída con similar provecho gracias a la abundancia de estímulos visuales y a su flexible organización. Así ha procedido con La historia de la belleza, con La historia de la fealdad y ahora con El vértigo de las listas, una suerte de compendio temático que aborda el tema del título desde líneas diversas que se entrecruzan y divergen a lo largo de los capítulos.En este particular caso, el esquema es sumamente fecundo. Hacer listas es una actividad omnipresente, que se manifiesta desde el rito y la genealogía tan característicos de la Biblia, hasta la enumeración caótica de la poesía y el surrealismo. En el larguísimo trayecto intermedio hay una infinidad de maneras de entender y practicar el arte de hacer listas, con usos cotidianos, normativos, especulativos o simplemente placenteros. Pero la gracia del libro no es sólo el intento de agotar los ámbitos conceptuales (cosas, lugares, prioridades, excesos, etc.), sino el modo en que Eco recopila y reordena la materia de su indagación de fondo, la historia de la cultura. La yuxtaposición de textos y pinturas de distinta procedencia espacial y temporal tiene un efecto poderoso sobre los mapas más apegados a la sucesión y su consecuente establecimiento de causas y efectos, de influencias y paternidades. Eco revuelve el naipe y reflexiona en cada punto desde un ángulo nuevo, en donde, además, confluyen distintas manifestaciones artísticas. ¿Cómo no va a ser interesante, por ejemplo, leer al profeta Ezequiel, a Proust, Calvino, Dickens, Poe, Sidonio Apolinar, Whitman, Víctor Hugo, Joyce y Borges en un solo apartado, en una lista que los reinterpreta y los ilustra con pinturas que también influyen en la lectura? Dicho en breve, es una fiesta.
Umberto Eco. Lumen, Barcelona, 2009. 408 páginas.