La acuciosa investigación de Contardo, que ya había demostrado su habilidad para retratar épocas y temas en La era ochentera (escrito con Macarena García) y Siútico, impresiona y a ratos sobrecoge por la violencia explícita e implícita en el aislamiento, acoso y persecución a una minoría. El uso de fuentes escritas da paso progresivamente a testimonios orales, muchos de ellos anónimos, que demuestran claramente que el prejuicio aún impone sus normas -y los miedos que lleva aparejados- en esta sociedad. Se trata, entonces, de un ensayo que aúna la investigación histórica con la crónica del presente, la fuente documental con el testimonio, y de esta manera completa un recorrido que destaca por su amplitud y profundidad tanto como por la calidad de la escritura. Dentro del ingente material que propone Contardo, hay un ángulo menos explorado en la historia de las ideas en Chile que resulta, al menos, chocante, y es el afán higienista y normalizador de la medicina de décadas pasadas, que, a su vez, sobre la base de prejuicios y afirmaciones sin la menor base empírica, calificó a los homosexuales, sucesivamente, de delincuentes y de enfermos. Demás está decir que contó con la complicidad de tantos otros actores sociales, de izquierda y de derecha, laicos y religiosos. Pero quizá sorprende más todavía la pertinaz resistencia a desaparecer de esas ideas, que resuenan en discursos políticos y columnas de opinión. El enjambre todavía zumba.
Óscar Contardo. Planeta, Santiago, 2011. 404 páginas.
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