Reseña publicada en la revista El Sábado del diario El Mercurio, 12 de noviembre de 2011
Podría ser el nombre de un ensayo, pero no. Se trata de una novela. Y aunque a uno le moleste el gerundio en general y también en este caso particular, el nombre de la novela está bien escogido por lo revelador: así Maier inscribe su texto en una cierta tradición -muy reciente, pero tradición, al fin y al cabo- y de este modo gana en resonancias y juegos de espejos enfrentados. Esa tradición se compone de Vila-Matas y de quienes hacen literatura sobre la literatura y borran las fronteras entre los géneros, particularmente entre la autobiografía, el ensayo y la novela. Así, el viaje del protagonista -cuya biografía coincide, a grandes rasgos, con la del autor- desde Amberes a Barcelona en tren, a entrevistar a Enrique Vila-Matas, se transforma en un juego donde todo se desdobla o se multiplica, aunque la historia sea perfectamente lineal y los recuentos biográficos nunca pierdan claridad. Es decir, no hay donde perderse: el relato del viaje y de su encuentro con una oncóloga alemana -a la que llama la Niña Poste por lo alta y delgada- corre parejo con el recuento biográfico de un escritor que se asoma al destino de aquellos que Vila-Matas describió en Bartleby y compañía, lo que cerraron el negocio de una vez y para siempre, los que colgaron la pluma, los que desistieron ante la funesta página en blanco. En ambas líneas del relato se entretejen historias de amor o, como dice uno de los personajes, historias de desamor, es decir, de aquellas en que efectivamente ocurren cosas -cosas terribles o la simple amenaza de la monotonía que todo lo corroe- y no esas insulsas planicies rosa donde nada puede moverse y alterar la empalagosa dulzura del enamoramiento. En esta novela escrita con simpatía, con humor y con distancia, Maier evita con éxito el riesgo de convertirla en un juego para iniciados. Aunque hay mucho guiño a los buenos lectores y a los admiradores de Vila-Matas, lo importante es lo que corre por debajo, la ficción que se arma y crece a partir de esos materiales y que finalmente es capaz de hablar el lenguaje universal de la buena literatura. La novela juega con la tentación de la fuga y la la reinvención de la identidad; con los encuentros y las biografías que se trenzan y se separan; con la búsqueda de un horizonte que nunca termina por dibujarse bien en la lejanía. Y lo hace muy bien.
Gonzalo Maier. LOM, Santiago, 2011. 89 páginas.