Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 13 de agosto de 2011
Hasta mediados de la década de los setenta, el tren al sur que alcanzó a cantar Jorge González era la espina dorsal de una vasta red capilar que se extendía hacia la costa o hacia la montaña por los valles transversales característicos de la geografía criolla. Esos ramales –que salían desde estaciones grandes o pequeñas como Púa, Renaico, San Rosendo, Loncoche- eran la única vía de comunicación y de contacto de amplios territorios con la vía principal y, por extensión, el centro. En esas periferias rurales, sembradas de pueblos y de estaciones de tren que latían al desacompasado tránsito de trenes y buscarriles, una buena extensión de la vida se jugaba en el jadeo cansino de las máquinas que resoplaban al detenerse a lo largo de andenes desangelados y cubiertos de polvo.
Cynthia Rimsky quiso capturar ese ritmo a través de un ramal sobreviviente, aquel que sale de Talca para hundirse en los valles a través de serranías que han desalentado la construcción de carreteras. Existe el vago proyecto de reanimar el agonizante ramal con un proyecto de turismo y un afuerino –aunque sus raíces familiares están en esa zona- llega a estudiarlo en terreno. A partir de ahí Rimsky construye una novela ejemplar sobre el motivo del viaje; “el que viene de afuera” va de pueblo en pueblo, de estación en estación, confrontando lecturas y saberes previos con el sabor de la tierra y el tono de la voz de las personas que lo reciben y acompañan fugazmente en una andadura que no se arraiga y que trata de desentrañar la cifra que explica las vidas que aún se suceden y ocurren al ritmo del paso del buscarril. El viaje es, claro, doble, porque el que viene de afuera también navega por otros paisajes, los suyos, los familiares, lo que viene a justificar, al fin, la estructura circular de una novela que destaca claramente en el paisaje de la narrativa chilena actual. Rimsky, viajera impenitente, había desarrollado previamente ese motivo, en Poste restante o en Los perplejos, pero no había alcanzado la seguridad en el tono y la maestría en el desarrollo narrativo que alcanzó acá, en Ramal. El diseño limpio y las abundantes fotografías en blanco y negro que acompañan el texto realzan su carácter nostálgico, pero no hasta el punto de confundirse con ese mal estribillo de que el tiempo pasado fue mejor: Rimsky escribe sobre el presente.
Cynthia Rimsky. Fondo de Cultura Económica, Santiago, 2011. 163 páginas.