La Cañadilla de Santiago

Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 11 de junio de 2011

Hace ya algo más de un siglo, Justo Abel Rosales, un cronista formado a pulso que vivió en la segunda mitad del siglo XIX, publicó este libro, una singular mezcla de historia y crónica –con algo de biografía- que rescata el desarrollo del barrio situado al norte del Mapocho, justo en las cuadras frente al centro histórico, desde los inicios de la Conquista hasta sus días. La Chimba o La Cañadilla, por donde corría el Camino de Chile o el Camino del Inca, fue, para muchos efectos, la puerta de entrada a la ciudad, la primera aproximación a esa capital meridional que entonces era de una lejanía casi inconmensurable. Rosales entra a saco en los archivos y sobre la base del material encontrado construye su historia, con un denso apoyo en extensísimas notas a pie de página. Y aunque el relato es vivo y directo, con un lenguaje muy accesible y sin excesos, queda a criterio del lector sumergirse o no en el entramado de referencias que lo sustenta.

Según recuerdan las responsables de esta edición en el “Estudio preliminar”, los archivos y documentos eran considerados, por la historiografía del siglo XIX, como fuentes irrebatibles de hechos; de ahí que Rosales los usara de manera tan profusa. Con todo, también se cuelan, en su trabajo, dos cuestiones: una, su vocación de humorista, que lo lleva a registrar con mayor detalle y vivo lenguaje episodios que mueven a la risa, como las disputas entre oidores y canónigos por su ubicación en la iglesia o las batallas entre grupos de franciscanos que incluyeron hasta asedios y asaltos a un convento situado, precisamente, en los aledaños del Camino de Chile. Y otra, su biografía; conforme avanza el relato, dividido en tres partes y que culmina, naturalmente, con el tiempo en que Rosales vivió, el yo aparece para dar testimonio. Así, se lee en la página 78: “A una de estas parroquias fue enviado el autor de este trabajo por mi devota madre, siendo muy niño, a tomar parte en una azotaina penitente, donde un fuerte latigazo en una oreja dado por otro pecador nada diestro, lo hizo abandonar el local para no entrar nunca más a él con aquel fin. Desde entonces no he dado la oreja a nadie, y me he vuelto huraño como macho montaraz”. Queda por destacar el acucioso trabajo de las editoras (Ariadna Biotti, Bernardita Eltit y Javiera Ruiz), así como la calidad del libro.

Justo Abel Rosales. Sangría Editora, Santiago, 2011. 338 páginas.

La imagen corresponde al óleo de Ernest Charton September the 18th in Santiago,  de 1845, y la encontré acá.

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